La venida del Señor

Es típico escuchar a las personas decir: «Tengo toda mi vida escuchando la misma historia». Sin embargo, no los juzguemos, pues, es normal que ellos digan eso, en el sentido de que no son conocedores de la Palabra como nosotros. Pero nada de esto debe disminuir nuestro sentir de predicar que Cristo viene pronto, pues debemos saber que de que viene, viene. Esta esperanza es el motor de la fe cristiana, y aunque el mundo se burle o dude, nosotros vivimos confiados en que la Palabra de Dios es verdadera y que sus promesas no fallan.

La Biblia dice:

15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

1 Tesalonicenses 4:15-17

Queridos hermanos, aquel manso Cordero que se ofreció como sacrificio por nuestros pecados, que padeció el dolor más severo en la cruz, ese Cristo, un día vendrá sobre las nubes a tomar a su santa iglesia, y ya nadie le podrá hacer daño, sino que grandes y pequeños se tendrán que postrar delante de Él, todos los reyes de la tierra temblarán ante la luz de su resplandor y todas las naciones lamentarán con gran lamento. La venida de Cristo será un acontecimiento ineludible: nadie podrá ignorarlo, nadie podrá esconderse, y cada persona enfrentará el juicio de Dios.

Para los incrédulos será un día de temor, pero para los que hemos creído en el nombre del Señor será un día de alegría y esperanza cumplida. La iglesia ha esperado este momento durante siglos, y aunque muchos digan que no sucederá, la Palabra de Dios asegura lo contrario. Pedro nos recuerda que en los postreros días vendrán burladores diciendo: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?”, pero nos exhorta a estar vigilantes porque el día del Señor vendrá como ladrón en la noche. Por lo tanto, no podemos caer en la indiferencia ni en la distracción de este mundo.

Ese día glorioso traerá también una transformación radical. Los muertos en Cristo resucitarán primero, y luego los que estemos vivos seremos arrebatados en un abrir y cerrar de ojos. La mortalidad se vestirá de inmortalidad y la corrupción se vestirá de incorrupción. Ya no habrá más llanto, ni dolor, ni enfermedad, porque estaremos para siempre con nuestro Salvador. Esta es la esperanza bienaventurada de todo creyente: la certeza de que nuestra ciudadanía está en los cielos y de que pronto veremos a Cristo cara a cara.

La venida del Señor no es un cuento repetido ni una amenaza vacía; es una realidad futura garantizada por la fidelidad de Dios. Por eso debemos vivir preparados, con lámparas encendidas como las vírgenes prudentes, esperando al Esposo en cualquier momento. La espera no debe ser pasiva, sino activa: predicando el evangelio, sirviendo a los demás, viviendo en santidad y perseverando en la fe. Cada día que pasa nos acerca más a ese glorioso encuentro, y nuestra tarea es mantenernos firmes hasta el final.

Aquel será un gran día, un día temible para muchos, pero para nosotros los que estamos en Cristo será un glorioso y magnífico día. Esperamos con anhelo aquel momento en que la iglesia de Cristo reinará juntamente con Él. La justicia de Dios se manifestará, y todo lo que parecía injusto en este mundo será corregido bajo su perfecto juicio. No habrá más maldad, porque Cristo establecerá su reino eterno de paz y verdad.

Sigámosle hablando a las personas de la venida de Cristo, que Él viene pronto y que un día juzgará todas las naciones. No importa si muchos han escuchado este mensaje toda su vida, porque nuestra misión no depende de la reacción del mundo, sino de la obediencia al mandato de Dios. Prediquemos con pasión, vivamos con esperanza y esperemos con gozo, porque el Rey ya viene, y viene por su iglesia redimida.

Dios es clemente y misericordioso
Bienaventurados los que no vieron y creyeron