Por sus frutos los conoceréis

Los discípulos de Cristo se conocen, y se conocen por sus frutos, de igual manera, los que no son sus discípulos también son conocidos de esa misma forma, y Jesús nos advierte sobre esto para que no nos dejemos engañar. La Biblia nos habla de cuál es el verdadero evangelio de Cristo y debemos estudiar la Palabra para no ser engañados por falsos profetas. El discernimiento espiritual no es opcional en la vida cristiana; es una necesidad urgente en un mundo lleno de voces que pretenden hablar en nombre de Dios. La diferencia entre un verdadero discípulo y un falso maestro se manifiesta en el fruto que produce su vida y su enseñanza.

Jesús nos dijo:

15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.

Mateo 7:15-17

Cristo mismo nos manda a guardarnos de los falsos profetas, de esos que vienen a nosotros con algo completamente distinto al evangelio, ofreciéndonos cosas que Cristo jamás nos ha ofrecido, y la única forma de nosotros poder saber cuando nos están trayendo algo que no es el evangelio es leyendo y estudiando las Sagradas Escrituras. El Señor sabía que a lo largo de la historia se levantarían hombres y mujeres con apariencia de piedad, pero cuyo corazón estaría lejos de Dios. Por eso la advertencia es clara: debemos cuidarnos y estar firmes en la verdad bíblica.

El falso profeta se conoce por sus frutos y Cristo nos dice que todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da malos frutos. Esto implica que no debemos dejarnos llevar solamente por las apariencias, las palabras bonitas o los milagros aparentes. Los frutos de un verdadero siervo de Dios son la humildad, la obediencia a la Palabra, el amor por las almas y la gloria dada únicamente a Cristo. En cambio, los frutos de un falso profeta son la arrogancia, la manipulación, la codicia y la desviación del evangelio verdadero.

Cuidémonos de los árboles malos que andan por ahí, puesto que sus frutos son malos y no podemos hacer lo mismo que ellos hacen. No debemos imitar las conductas de quienes tuercen la Palabra de Dios para su propio beneficio, sino más bien apartarnos de ellos y seguir el ejemplo de Cristo y de los apóstoles. La Biblia también nos recuerda que llegará el día en que cada árbol será evaluado y que el árbol malo será cortado y echado al fuego, porque no hay necesidad de tenerlo. Esta es una advertencia solemne: quienes se oponen a la verdad de Cristo no permanecerán, pues Dios mismo juzgará sus obras.

El apóstol Pablo también habló con claridad acerca de este tema. En sus cartas, exhortó a las iglesias a no dejarse llevar por doctrinas extrañas ni por maestros que buscaban desviar a los creyentes con palabras persuasivas. Nos recordó que aun si un ángel del cielo predicara un evangelio diferente, debía ser considerado anatema. Esto demuestra lo importante que es conocer bien las Escrituras, para que nadie nos aparte del camino de la verdad. El cristiano que se alimenta diariamente de la Palabra será capaz de reconocer las falsas enseñanzas y mantenerse firme en Cristo.

Pidamos a Dios que nos muestre a través de Su Palabra cómo dar frutos para salvación, que nos enseñe a hacer su voluntad. No se trata solo de evitar a los falsos profetas, sino de procurar que nuestra propia vida dé frutos dignos de arrepentimiento. El amor, la paciencia, la bondad, la fidelidad y el dominio propio son frutos del Espíritu Santo que deben caracterizar a cada creyente. Si caminamos en el Espíritu y permanecemos en Cristo, produciremos el fruto que glorifica a Dios y que evidencia que somos verdaderamente sus discípulos.

En conclusión, Jesús nos recuerda que no todo el que aparenta ser parte del rebaño lo es realmente. Debemos permanecer atentos, examinarlo todo a la luz de la Escritura y retener lo bueno. La vida cristiana no se mide por palabras vacías ni por apariencias externas, sino por los frutos que demuestran la obra transformadora de Cristo en el corazón. Que el Señor nos guarde de los lobos vestidos de ovejas y nos ayude a perseverar como árboles plantados junto a corrientes de aguas, que dan fruto en su tiempo y cuya hoja no cae.

Edifica tu casa sobre la Roca
Plegaria ante el peligro de la lengua engañosa