La fe viene por el oír

Encontramos muchísimos hombres de fe en la Biblia, pero antes de nombrarlos tenemos que saber qué significa la palabra fe. La Biblia dice en Hebreos 11:1: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Sí, muchos hombres de la Biblia tuvieron esa definición de fe, creyeron en Dios aun sin haber recibido lo prometido, y posiblemente nuestro ejemplo más impactante al día de hoy es el de Abraham, sin embargo, la Biblia nos narra de muchos otros hombres de Dios que tuvieron una fe increíble y al leer sobre ellos hoy en día nos llena de mucho regocijo y esperanza.

La fe no es simplemente una creencia vacía, tampoco es un pensamiento positivo que se repite esperando que algo suceda. La fe bíblica es confianza plena en que Dios cumplirá lo que ha dicho, aunque las circunstancias digan lo contrario. Es vivir seguros de que sus promesas son verdaderas y que no hay nada imposible para Él. Por eso, desde el principio de la historia bíblica vemos a hombres y mujeres que pusieron su confianza en el Señor y vieron su poder manifestado.

El apóstol Pablo dijo a los Romanos:

14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?

15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?

17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

Todos estos hombres creyeron en Dios por una palabra, y por supuesto, una palabra de Dios. Abraham creyó en Dios cuando le dijo: «Sal de tu tierra y de tu parentela a la tierra que yo te mostraré». En el libro de Hebreos también nos dice que Moisés se mantuvo como viendo al Invisible, o sea, recordemos, Moisés se crió en el palacio de Faraón, pero cuando llegó la hora, no se rehusó a pertenecer al pueblo de Dios. También tenemos hombres como Daniel, que no le importó el ser lanzado a un foso lleno de leones, ¿y qué decir de Sadrac, Mesac y Abed-Nego? Estos tres jóvenes prefirieron ser lanzados a un horno de fuego, y todo porque creían poderosamente en Dios.

Cuando analizamos la vida de Abraham, entendemos que la fe va más allá de las emociones. Este patriarca salió de su tierra sin saber a dónde iba, pero confiando en la voz que le había llamado. Moisés, por su parte, renunció a los privilegios de Egipto porque sabía que el propósito de Dios era más grande. Daniel y sus amigos nos enseñan que la fe verdadera no se vende ni se negocia, aun cuando la vida esté en peligro. Ellos sabían que Dios tenía el poder para librarlos, pero aun si no lo hacía, estaban dispuestos a permanecer firmes.

¿Cuántos hombres más podríamos mencionar? Creo que llenaría estas páginas con miles de palabras, porque hemos tenido hombres que han creído en Dios increíblemente a través de toda la historia. Pablo dice: «La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». Nosotros estamos aquí porque hemos escuchado la Palabra de Dios y esa palabra ha producido en nosotros la fe que hoy en día tenemos.

Hoy en día también somos llamados a vivir por fe. Aunque no veamos a Dios con nuestros ojos físicos, lo experimentamos en nuestra vida diaria cuando nos sostiene en medio de la dificultad, cuando abre puertas donde parecía no haber salida y cuando nos fortalece para seguir adelante. La fe no nos libra de las pruebas, pero nos asegura la victoria en medio de ellas, porque nos conecta con el Dios Todopoderoso que nunca falla.

La fe, entonces, es un estilo de vida. No se trata de un momento específico, sino de una confianza diaria en el Señor. Es levantarnos cada mañana sabiendo que Dios tiene el control, que sus promesas siguen firmes y que nada puede separarnos de su amor. Así como Abraham, Moisés, Daniel y muchos otros permanecieron, también nosotros debemos mantenernos firmes en este tiempo lleno de incredulidad y distracciones.

Mantengamos nuestra fe siempre, creyendo que Dios es poderoso para librarnos de todo mal y mantenernos firmes hasta el fin.

En conclusión, la fe es el fundamento de nuestra vida cristiana. Sin fe es imposible agradar a Dios, pero con fe podemos mover montañas, ver milagros y alcanzar lo que parece inalcanzable. No importa lo que enfrentes, recuerda que hay una nube de testigos que ya recorrieron el camino antes que tú y que dejaron un legado de confianza en el Señor. Esa misma fe está disponible hoy para nosotros, y si decidimos vivir aferrados a ella, veremos la gloria de Dios en nuestras vidas.

Dios ha hecho maravillas
Dios hizo todas las cosas