¿Qué es la fe? La Biblia nos habla demasiado de la fe, y aunque en ciertos lugares no se mencione, vemos fe desde el Génesis hasta el Apocalipsis, hombres que creyeron en Dios sin importar la situación a la que se estaban enfrentando. Pregunto nuevamente: ¿Qué es la fe? La Biblia dice que es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).
La fe ha sido uno de los pilares más importantes de la vida cristiana a lo largo de la historia. No se trata de una idea abstracta o de una simple emoción, sino de una confianza profunda en la fidelidad de Dios. Desde los primeros capítulos de la Biblia vemos ejemplos de hombres y mujeres que caminaron en fe, obedeciendo aun cuando no entendían completamente lo que Dios les pedía. Esto nos recuerda que la fe es activa, no pasiva, y se demuestra en nuestras decisiones diarias.
La Biblia también dice:
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !!Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:14-17
Hemos creído en el anuncio del poderoso evangelio de nuestro amado y Señor Jesucristo, y en un mundo como este, que cada día va en declive, tenemos que ser perseverantes y armarnos de esta fe, de esa fe que hombres como Abraham, Moisés, los apóstoles y profetas tuvieron, teniendo una esperanza firme en lo que ellos habían creído. ¿Estamos creyendo nosotros firmemente en las promesas de Dios? Oh querido hermano, las promesas de Dios son de fiar, cuando Él dice que hará algo lo hace porque lo hace y nosotros debemos tener nuestra mirada en el blanco, en Cristo Jesús.
La fe no surge de la nada; se alimenta al escuchar la Palabra de Dios. Por eso la predicación es tan esencial, porque cuando alguien anuncia las buenas nuevas, el Espíritu Santo usa ese mensaje para despertar fe en el corazón de quienes escuchan. Este es un proceso maravilloso: alguien predica, alguien escucha, y en ese escuchar nace la convicción que transforma vidas. De ahí la importancia de no callar el mensaje del evangelio, pues cada palabra puede ser el inicio de un cambio eterno en la vida de una persona.
«Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». ¿Qué hemos escuchado? Hemos escuchado la Palabra de Dios y al oírla eso ha producido fe en nosotros, y hemos creído a este anuncio, de que Cristo vino, habitó como hombre siendo Dios, murió crucificado en una cruz y se levantó de los muertos al tercer día, y continuamos creyendo en esto y llenándonos de fe cada día más.
Es importante recordar que la fe no solo se trata de creer en momentos de tranquilidad, sino de sostenernos firmemente cuando las pruebas llegan. La fe verdadera se prueba en medio de la adversidad, cuando no hay respuestas inmediatas, cuando las circunstancias parecen adversas y aun así decidimos confiar en que Dios sigue teniendo el control. Allí la fe se fortalece y se convierte en un testimonio vivo para los demás.
El capítulo 11 de Hebreos nos habla de los héroes de la fe: hombres y mujeres que no vieron cumplidas todas las promesas en vida, pero murieron confiando en que Dios cumpliría lo que había prometido. Esa es la esencia de la fe: confiar en que, aunque no veamos con nuestros ojos, la palabra de Dios se cumplirá. Ellos son ejemplo para nosotros de cómo perseverar, de cómo vivir mirando más allá de lo terrenal hacia lo eterno.
Hoy más que nunca necesitamos esa fe. Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, de cambios inesperados y de pruebas constantes. La fe en Dios es el ancla que nos mantiene firmes, la luz que ilumina nuestro caminar y la fuerza que nos sostiene en medio de las tormentas. Por eso debemos nutrirla cada día, leyendo la Palabra, orando y compartiendo el evangelio.
¡Sigamos creyendo! No dejemos que las dudas o los temores apaguen nuestra confianza en Dios. Recordemos que nuestra fe tiene un fundamento sólido: Jesucristo, quien venció la muerte y nos dio vida eterna. Caminar en fe es caminar seguros, sabiendo que no estamos solos, sino acompañados por el Dios todopoderoso que cumple sus promesas.