La mayoría de las veces las personas piensan que el Señor está lejos de ellas, que no las escucha ni las ve, y que sus oraciones se pierden en el vacío. Sin embargo, se equivocan al pensar que Dios no está presente. La Palabra de Dios nos asegura una y otra vez que Él está cercano a los que le buscan y que está atento a todo lo que el ser humano hace día tras día. Dios no es un observador lejano, sino un Padre amoroso que cuida, protege y guía a sus hijos en cada paso de sus vidas. El problema no es su ausencia, sino nuestra falta de fe para reconocer su presencia.
Jehová está en medio de ti, poderoso,
él salvará; se gozará sobre ti con alegría,
callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos.Sofonías 3:17
Este pasaje del profeta Sofonías nos recuerda que el Señor no solo está cerca, sino que se encuentra en medio de su pueblo. Su presencia es poderosa y salvadora. No está para condenar, sino para gozar de sus hijos con alegría. Nos sorprende leer que “callará de amor”, una expresión que muestra la ternura de Dios hacia los que le pertenecen, y que incluso se regocija con cánticos sobre ellos. Lejos de ser indiferente, Dios se deleita en su pueblo, y su amor es constante y verdadero.
Si Dios no se encontrara en medio de nosotros, estaríamos expuestos a peligros que no podríamos resistir. Pero Él nos libra de tantas cosas que ni siquiera alcanzamos a ver. Nos guarda de la muerte, nos fortalece en la debilidad, nos ayuda en la necesidad, nos advierte cuando el enemigo se levanta contra nosotros, restaura lo que está roto y alimenta al alma hambrienta con su Palabra. Su misericordia permanece sobre todo aquel que le busca con sinceridad. Por eso podemos tener confianza de que no estamos solos, pues la presencia de Dios está en medio de su pueblo como un muro de fuego alrededor (Zacarías 2:5).
Reuniré a los fastidiados por causa del largo tiempo;
tuyos fueron, para quienes el oprobio de ella era una carga.Sofonías 3:18
Aquí el Señor da una promesa de restauración a su pueblo. Habla de reunir a los que estaban cansados, fastidiados y abatidos por causa de las cargas y de las pruebas. Dios reconoce el dolor de su pueblo y promete levantar a los que han sufrido. Para Él no existe carga demasiado pesada. Jesús lo reafirma en Mateo 11:28 cuando dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. El Señor no ve lo pesado de la carga, sino que se dispone a llevarla con nosotros y a darnos alivio.
Es natural que muchas veces nos sintamos agotados por el paso del tiempo y por las adversidades que enfrentamos. Sin embargo, la promesa de Dios es reunir a los cansados y fortalecerlos. Esto nos recuerda que no tenemos que luchar solos contra las dificultades, sino que tenemos a un Dios cercano que nos ayuda a perseverar hasta el final. La paciencia y la fe se fortalecen cuando comprendemos que Él está en control.
He aquí, en aquel tiempo yo apremiaré a todos tus opresores;
y salvaré a la que cojea, y recogeré la descarriada;
y os pondré por alabanza y por renombre en toda la tierra.Sofonías 3:19
Las promesas del Señor nunca se han terminado. Él es fiel y siempre lo será. En este pasaje, el Señor asegura que tratará con los opresores y hará justicia contra los que causan dolor. Mientras tanto, promete salvar a la que cojea, es decir, al que está débil o herido, y recoger a la descarriada, a la oveja que se ha apartado del rebaño. Estas palabras son un reflejo del corazón del Buen Pastor que va en busca de la oveja perdida y que no se da por vencido hasta hallarla (Lucas 15:4-7). Dios también promete dar honra a su pueblo, poniéndolo por alabanza y renombre en toda la tierra.
Esto nos recuerda que, aunque enfrentemos oposición y sufrimiento, el Señor tiene planes de restauración y victoria para sus hijos. El justo puede ser afligido, pero Dios lo guarda. El caído puede levantarse, porque Dios lo sostiene. El descarriado puede volver, porque Dios lo busca. La promesa de Sofonías nos asegura que la obra del Señor en nuestras vidas no es momentánea, sino que tiene un propósito eterno: mostrarnos su fidelidad, manifestar su misericordia y glorificarse en su pueblo.
Por eso, no permitamos que los pensamientos de soledad o abandono nos engañen. Aunque nuestra mente diga que Dios está lejos, la verdad es que Él está en medio de nosotros, poderoso para salvar. Su amor no falla, su misericordia no se acaba y su presencia es real. Él se goza en su pueblo y se deleita en mostrar su gracia. Confiemos en sus promesas y vivamos seguros de que el Dios que estuvo con Israel, también está con nosotros hoy y estará con nosotros por toda la eternidad.