La Biblia nos habla mucho sobre el nuevo nacimiento. El apóstol Pablo nos dice que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas. Jesús también le habla a Nicodemo diciéndole que es necesario nacer de nuevo. Nacer de nuevo es convertirse en una nueva persona, echando a un lado lo que éramos antes y sumergirnos en la voluntad de Dios.
Nosotros, los que estamos en Cristo ya no somos las mismas personas, por eso siempre he sostenido la idea de que el único lugar donde podemos ser transformados de ser la peor persona a una persona diferente es en los brazos de nuestro amado y Rey Jesucristo.
Claramente la Biblia no nos habla de esto sin presentarnos la evidencias, pues tenemos la vida del apóstol Pablo, quien antes era un perseguidor de la iglesia y se convirtió en el mayor escritor del nuevo testamento. Por otro lado tenemos a Pedro, quien negó a Cristo tres veces y le cortó la oreja a un soldado romano, sin embargo, pasó a ser el gran apóstol de la iglesia primitiva. Y así tenemos muchos casos en la Biblia de hombres que fueron transformados por el poderío de Dios y hoy tenemos como evidencia nuestros propia vida, la cual Cristo ha cambiado de manera contundente y damos gloria a Dios por ello.
Juan también nos habló del nacer de nuevo:
3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
1 Juan 5:3-5
Nosotros los que hemos nacido de Dios o los que hemos nacido de nuevo, guardamos sus mandamientos, y el cumplir su Palabra no nos es cosa molesta, pues Juan dice que aquellos que hemos nacido de Dios vencemos al mundo, y nuestra victoria se esconde en aquella cruz, en aquella muerte de nuestro Señor, que fue donde Él clavó todos nuestros pecados.
El nuevo nacimiento no es una experiencia superficial, sino una transformación profunda que afecta cada área de la vida del creyente. Ya no vivimos de acuerdo a los deseos de la carne, sino que buscamos la dirección del Espíritu Santo. Este cambio es tan notorio que las personas que nos rodean pueden percibir que algo diferente ocurrió en nuestro interior. No se trata de religión ni de tradiciones humanas, se trata de un cambio real que proviene de Dios.
Jesús lo explicó claramente a Nicodemo en Juan 3:3: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios». Esto nos muestra que el nuevo nacimiento no es opcional, sino una condición indispensable para entrar al reino de los cielos. Nacer de nuevo significa reconocer nuestra condición de pecado, arrepentirnos de corazón y aceptar el sacrificio de Cristo como suficiente para nuestra salvación.
Además, el nuevo nacimiento nos abre la puerta a una vida llena de esperanza. Antes vivíamos en temor, en culpa y en cadenas, pero ahora vivimos en libertad. La gracia de Dios nos cubre y nos da la seguridad de que aunque el mundo intente derribarnos, nuestra fe nos sostiene y nos recuerda que somos hijos del Dios Todopoderoso. Esta seguridad es lo que nos hace perseverar, aún en medio de pruebas y dificultades.
Un ejemplo claro de esta transformación se encuentra también en Zaqueo, aquel publicano que era odiado por los judíos por ser cobrador de impuestos. Sin embargo, después de encontrarse con Jesús, decidió devolver lo que había robado y dar la mitad de sus bienes a los pobres. Esto nos demuestra que el nuevo nacimiento produce frutos visibles de arrepentimiento y justicia.
Hoy en día, cada creyente puede dar testimonio de cómo Dios le ha transformado. Quizás antes éramos dominados por la ira, la envidia, la mentira o la avaricia, pero ahora podemos caminar en amor, paz, paciencia y bondad, porque el Espíritu Santo produce en nosotros el fruto descrito en Gálatas 5:22-23. Esa es la evidencia real de que hemos nacido de nuevo.
En conclusión, el nuevo nacimiento es el regalo más grande que Dios le puede dar al ser humano. No importa cuál haya sido nuestro pasado, en Cristo tenemos la oportunidad de empezar de nuevo. El mensaje de la Biblia es claro: todo aquel que cree en Jesús, recibe una nueva vida. Por eso debemos valorar esta verdad, vivir agradecidos y compartir con otros la buena noticia de que en Cristo somos nuevas criaturas.