Todos conocemos la historia de Job, el hombre que pasó muchas calamidades, que de repente perdió prácticamente todo lo que tenía: riquezas, hijos, etc. Esta historia no solo nos ha quedado como ejemplo de todo lo que puede llegar a pasar un hombre de Dios, sino también un ejemplo de fidelidad a Dios, un ejemplo de que Dios restaura al hombre y que debemos pasar por el fuego para ser probados.
Veamos esta cita sobre Job:
20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,
21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Job 1:20-22
Posiblemente el versículo 21 de este texto se haya convertido en uno de los versos más recordados de la Biblia, específicamente la frase: «Jehová dio, y Jehová quitó». ¿Se da cuenta? Job había perdido sus bienes materiales, él fue un hombre demasiado rico, sin embargo, vemos que ni siquiera estaba aferrado a sus posesiones, puesto que a pesar de perderlo todo entendía que él nació desnudo y que moriría de la misma forma.
Para nosotros los bienes materiales tampoco deben ser lo más importante, puesto que un día moriremos y no podremos llevarnos nada. La actitud que debemos seguir es la de Job. Si tenemos un concepto correcto de esto, entonces sabremos vivir correctamente la vida cristiana.
Job también tenía claro que así como Dios nos da algo nos lo puede quitar, y que si nosotros bendecimos a Dios cuando nos da algo también debemos bendecirlo cuando nos quita algo, aunque la situación sea desesperante, así como pasó con este temeroso hombre de Dios.
Lo más importante es, que a pesar de todas la situaciones que estaba atravesando Job, nunca pecó en contra de nuestro bendito Dios. De esta misma manera pidamos a Dios que nos mantenga firmes ante cualquier eventualidad de la vida.
Cuando analizamos la vida de Job, entendemos que su sufrimiento no fue algo pequeño. No se trató simplemente de perder objetos materiales, sino que perdió a sus propios hijos, su salud, y la honra que tenía delante de todos. En medio de esas calamidades, muchos hubiesen renegado de Dios, pero Job escogió adorar. Esta actitud nos muestra que la fe verdadera no depende de las circunstancias externas, sino de una convicción interna de quién es Dios y de su soberanía.
El ejemplo de Job nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida. Muchas veces nos quejamos por cosas pasajeras: una deuda, un empleo perdido, un proyecto que no salió como esperábamos. Sin embargo, la enseñanza de este siervo de Dios es clara: nada de lo terrenal puede ser más grande que la fidelidad al Señor. Cuando aprendemos a confiar en Él, aun en medio de la pérdida, descubrimos que la verdadera riqueza no está en lo material, sino en la comunión con nuestro Creador.
En el mundo moderno, donde el consumismo y la acumulación de bienes parecen ser la meta de muchos, la historia de Job se vuelve aún más relevante. Él comprendía que lo que tenemos en la tierra es temporal, y que todo lo que poseemos es prestado por Dios. De esta forma, su actitud de adoración en medio del dolor se convierte en una lección intemporal que sigue siendo válida hoy para cada creyente.
Otro aspecto fundamental es que Job no solo se resignó, sino que declaró: «Sea el nombre de Jehová bendito». Esto nos enseña que la adoración no debe limitarse a los momentos de alegría, sino que también en medio de las lágrimas podemos levantar nuestra voz y bendecir a Dios. Este tipo de fe es la que realmente prueba nuestra confianza en Él.
Finalmente, la historia de Job también nos recuerda que después de la prueba viene la restauración. Dios no dejó a Job en su estado de sufrimiento, sino que lo bendijo nuevamente y le devolvió mucho más de lo que había perdido. Esto nos enseña que aunque las pruebas sean duras, nuestro Dios es fiel y tiene planes de bien para sus hijos.
Conclusión: La vida de Job es un llamado a vivir en confianza y dependencia de Dios, aun en medio de las pruebas. Su ejemplo nos inspira a no aferrarnos a lo material, a mantenernos firmes en la fe, y a recordar que todo lo que tenemos proviene de Dios. Al igual que Job, aprendamos a decir con sinceridad: «Jehová dio, Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito».