Vivimos en un mundo de afán y ansiedad, en un mundo que corre rápido. Vemos muchas ciudades como New York y São Paulo donde se trabaja 24 horas, donde las calles siempre están llenas, donde el afán es increíble, personas que poseen hasta tres empleos para poder sostener sus familias y hacerles vivir una vida digna. Pero, hay un afán que va más allá de todo esto: «El afán insaciable del dinero».
Jesús tocó mucho sobre este tema, y es que podemos llegar a sentir tanto afán por el dinero que podemos desviarnos totalmente de lo que realmente es importante: Dios. Por eso Jesús en Mateo 6 nos habla de que no podemos servir a dos señores y esto refiriéndose al dinero, ¿Por qué será que Cristo habló tanto sobre este tema? Lo hizo porque mayoría de los hombres sienten gran afán por las riquezas.
Cristo dijo:
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
Mateo 6:25-26
Hay personas que en las navidades pasadas se afanaron hasta más no poder por comprar la mejor ropa, por comer la mejor comida, incluso, personas que no podían hacer esos gastos. Y Cristo hace una comparación con las aves del cielo, las cuales no trabajan, sin embargo, son sostenidas. En otros versos también habla sobre los lirios de los campos, refiriéndose a que ni Salomón se vistió con tanta gloria.
Sin embargo, toda belleza es destruida, nos afanamos por tantas cosas, pero dentro de 50 años nos miraremos en el espejo y estaremos completamente arrugados. El punto aquí es que nada de esto debe ser nuestra preocupación ni mucho menos el centro de nuestras vidas.
Debemos preocuparnos por echar mano de la vida eterna.
El Señor nos enseña que el afán no añade nada a nuestra vida, por el contrario, nos roba la paz y nos hace olvidar que Dios tiene el control absoluto de todas las cosas. Muchas veces nos desvelamos pensando en cómo pagar las deudas, cómo alcanzar un mejor estatus social o cómo tener lo que otros tienen, y en ese proceso descuidamos lo más importante: nuestra relación con el Creador. El afán nos desgasta, nos enferma y nos hace dependientes de lo material, cuando Cristo nos invita a depender únicamente de Él.
Cuando miramos la vida de los grandes hombres de Dios, vemos que su confianza nunca estuvo en las riquezas. Abraham, aunque fue rico en posesiones, puso su fe en la promesa de Dios y no en los bienes terrenales. Job, en medio de su aflicción, reconoció que todo lo que tenía venía de Dios y que todo podía ser quitado en un instante. Estos ejemplos nos recuerdan que la verdadera riqueza no se mide en lo material, sino en nuestra fe y dependencia de Dios.
Hoy en día, vivimos en una sociedad consumista que nos presiona constantemente a querer más, a trabajar más y a gastar más. La publicidad, las redes sociales y la comparación con los demás nos empujan a vivir en un ciclo interminable de insatisfacción. Pero la Palabra de Dios nos invita a detenernos, a reflexionar y a recordar que nuestra vida no consiste en la abundancia de bienes que poseemos, sino en la paz que viene de caminar en obediencia al Señor.
Jesús también nos anima a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas nos serán añadidas. Esto significa que cuando nuestra prioridad es el Señor, Él mismo se encarga de suplir nuestras necesidades. No se trata de vivir en pobreza, sino de entender que lo material es pasajero y que lo eterno es lo que realmente importa.
Por eso, en lugar de desgastarnos por el afán, debemos aprender a confiar más en Dios, a descansar en su provisión y a valorar lo que ya tenemos. El agradecimiento abre la puerta a la paz, mientras que la queja y la codicia nos atan a una vida de frustración. Recordemos que la ansiedad nunca resuelve los problemas, pero la oración y la fe sí nos fortalecen para enfrentarlos con esperanza.
Conclusión: El afán por el dinero y lo material nos roba la vida y nos hace olvidar lo eterno. Cristo nos enseña a mirar a las aves y a los lirios para recordar que Dios cuida de su creación y mucho más de nosotros. Aprendamos a descansar en el Señor, a vivir con gratitud y a enfocar nuestra vida en lo eterno, porque al final, lo único que permanece es nuestra relación con Dios y la vida eterna que Él nos ofrece.