Jehová escudriña la mente

A veces nos olvidamos de que el Señor escudriña nuestras mentes. Pero no solo nuestra mente, sino también el corazón de cada uno de nosotros. La Biblia enseña que los hombres suelen mirar lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:7). Esa es una verdad profunda que debe producir en nosotros reverencia, porque significa que no podemos engañar a Dios con apariencias. Él ve lo que pensamos en lo secreto y conoce las verdaderas intenciones detrás de cada palabra y cada acción. Solo Dios tiene el control absoluto de todo, y por eso debemos vivir conscientes de su presencia en todo momento.

Solo Dios puede tener el control de todo el mundo, porque Él es el Creador de todo lo que existe. Recordemos que fue Él quien formó los cielos, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Con una palabra creó lo visible y lo invisible, de manera que si tiene poder para dar vida, también tiene poder para quitarla, para poner y quitar reyes, para abrir puertas y cerrarlas según su voluntad. Pero lo maravilloso es que este Dios todopoderoso también es justo y misericordioso. No actúa con capricho, sino con sabiduría eterna. Sus juicios son rectos y su misericordia alcanza a los que le temen.

Es bueno obedecer al Padre en todo, porque la obediencia es más importante que el sacrificio. El profeta Samuel lo dijo claramente a Saúl: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios” (1 Samuel 15:22). Muchas personas se esfuerzan en aparentar religiosidad, pero su vida diaria está llena de maldad, críticas y pensamientos perversos. Dios no se agrada de esas obras externas si el corazón está lejos de Él. Lo que el Señor desea es un corazón humilde y obediente.

Muchos dicen en su interior: “Yo hago esto porque nadie me está mirando, ni siquiera Dios”. Con esa idea, se permiten pecar en secreto, mintiendo, robando o haciendo maldad. Pero la verdad es otra: hay un Dios que todo lo ve. Nada escapa de sus ojos. El salmista escribió: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Salmos 139:7). Aunque intentemos escondernos, aunque quisiéramos estar debajo de la tierra o en la más profunda oscuridad, allí también nos alcanza su mirada. Dios ve lo que los hombres no ven, y aun lo que tratamos de ocultar será revelado delante de Él.

Engañoso es el corazón más que todas las cosas,
y perverso; ¿quién lo conocerá?

Jeremías 17:9

El profeta Jeremías nos recuerda que el corazón humano es engañoso y perverso. A veces ni siquiera nosotros mismos conocemos la profundidad de nuestra maldad. Podemos convencernos de que nuestras intenciones son buenas, cuando en realidad hay orgullo, envidia o egoísmo escondido. Solo Dios conoce las intenciones verdaderas. Él escudriña nuestros pensamientos, examina lo que hay en lo profundo de nuestro ser, y revela lo que nadie más podría ver.

Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón,
para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.

Jeremías 17:10

Este pasaje nos muestra que Dios no solo examina, sino que también recompensa o corrige según nuestras obras. Él es justo juez, y dará a cada uno conforme al fruto de sus caminos. Esta verdad nos llama a vivir con temor reverente, sabiendo que todo lo que hacemos tiene consecuencias. Nada queda fuera de su evaluación. Cuando nuestros pensamientos se desvían, Él tiene poder para redirigirnos y transformar nuestro corazón, si nos rendimos a su voluntad.

Como la perdiz que cubre lo que no puso,
es el que injustamente amontona riquezas;
en la mitad de sus días las dejará, y en su postrimería será insensato.

Jeremías 17:11

Este versículo ilustra el destino de los que amontonan riquezas con injusticia. Aunque parezca que prosperan, al final su fin será vergonzoso. Lo que se consigue con engaño o maldad no permanece, porque carece de la bendición de Dios. Es como un nido que cubre huevos ajenos: no tiene fundamento sólido. Por eso, la Biblia nos advierte a no poner la esperanza en lo material, sino en el Señor que sustenta todas las cosas.

No seamos injustos, sino misericordiosos. Así como Dios ha tenido misericordia de nosotros, también nosotros debemos extenderla a los demás. Que nuestro corazón no se olvide de Dios, ni nuestra mente se llene de vanidad. Recordemos que Él conoce todo: lo que hacemos, lo que pensamos y lo que sentimos. Vivir conscientes de su mirada debe impulsarnos a la integridad, a la humildad y a la gratitud. Y sobre todo, a rendirle gloria en cada aspecto de nuestra vida, porque todo está desnudo delante de Aquel que escudriña la mente y el corazón.

Hijo mío, no te olvides de mi ley
Inclina mi corazón a tus testimonios