Nos levantamos, y estamos de pie

¿En quién confiamos? Cada persona en este mundo confía en algo o alguien, todos depositamos nuestra confianza en algún tipo de esperanza, aunque esta al final nos falle o salgamos victoriosos. Un gran ejemplo es la historia del Titanic, su creador confió tanto en su gigantesco barco que se atrevió a decir: «Ni Dios lo puede destruir». Pero para su sorpresa, aquella confianza que tenía en su barco fue destruida. Entonces, vuelvo y pregunto: ¿En quién está puesta nuestra esperanza? ¿Confiaremos en los poderosos carros de Egipto o confiaremos en Jehová? ¿Confiaremos en nosotros mismos o confiaremos en Dios?

En toda la historia de la humanidad, muchísimas personas han sabido depositar su confianza en políticos, en altas personalidades, en deportistas, en parejas, y muchos de ellos han sido traicionados y su esperanza se ha ido por un precipicio y esto ha creado que terminen quedando altamente depresivos y perdiendo su confianza en todo lo que se les pase por el camino. Quizás usted que está leyendo este artículo le ha pasado y en algún momento de la vida se ha encontrado que ya no sabe qué hacer, ni en quién confiar.

Sin embargo, la Biblia nos habla de una persona llamada Dios, el cual, si depositamos nuestra confianza sobre Él, nunca nos fallará y dicha esperanza no se irá por un precipicio, porque Dios no miente, ni incumple sus promesas.

El salmista David supo confiar en Dios cuando expresó:

7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos;
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.

8 Ellos flaquean y caen,
Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.

9 Salva, Jehová;
Que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.

Salmos 20:7-9

David está diciendo que todas estas personas tienen confianza en cosas que al final terminamos decepcionados, flaquean y caen, pero nosotros, los que tenemos puesta nuestra confianza en Dios, aunque estemos tirados en medio del camino nos recuperamos con nuevas fuerzas, nos levantamos como el águila, somos renovados y bebemos del manantial de agua de vida en medio del desierto. Las aflicciones no son nada para desplomarnos, la marea no es lo suficientemente alta para destruirnos, el proceso no es ampliamente fuerte para desbaratarnos, las flechas no son lo suficientemente poderosas para dejarnos sin aliento, la espada no nos puede cortar, porque nuestra confianza, nuestra esperanza, nuestra fuerza y nuestras vidas están confiadas en manos de un Dios poderoso y benevolente.

La vida nos presenta retos a diario: problemas familiares, deudas, enfermedades, pérdidas y fracasos que parecen insuperables. Ante estas circunstancias, muchos buscan refugio en cosas pasajeras como el dinero, el poder, la fama o incluso las redes sociales. Pero ninguna de estas cosas ofrece seguridad real ni paz duradera. El único que puede sostenernos y darnos verdadera confianza es el Señor, quien nunca cambia y permanece fiel en todas sus promesas. Su palabra dice: “No te dejaré ni te desampararé”, y esta es una garantía que supera cualquier promesa humana.

Un claro ejemplo de confianza en Dios lo encontramos en Abraham. Él creyó a Dios cuando le prometió una descendencia incontable, aun cuando su edad y la esterilidad de Sara hacían imposible humanamente aquello. Sin embargo, la Biblia dice que Abraham no dudó por incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios. De igual manera, tú y yo somos llamados a confiar, aunque las circunstancias nos digan lo contrario.

Confiar en Dios no significa que nunca enfrentaremos pruebas, sino que en medio de ellas tenemos la certeza de que Él está con nosotros. Así como Daniel fue librado del foso de los leones y los tres jóvenes hebreos del horno de fuego, también nosotros podemos ser guardados en el día de la angustia. La diferencia entre los que confían en sí mismos y los que confían en el Señor es que estos últimos pueden descansar aun en la tormenta, porque saben que el Dios que calma el mar también tiene poder para calmar el corazón.

Querido lector, si has sentido que tu confianza ha sido quebrantada, recuerda que no estás solo. Dios es tu refugio seguro y tu torre fuerte en medio de la tempestad. No importa cuántas veces hayas sido defraudado por las personas o por las circunstancias, siempre tendrás un lugar firme donde apoyarte: la roca eterna que es Cristo Jesús. Él es fiel, y su fidelidad no depende de nuestras fuerzas, sino de su amor inmutable.

Oh querido amigo, querido y amado lector, nuestro Dios salva a los que en Él confían, nuestro Dios escucha al afligido, Él nunca nos abandona y en nuestra hora más difícil podemos confiar plenamente en Él, porque aunque no le podamos ver, Él está ahí protegiéndonos, amándonos, abrazándonos y diciéndonos: «No temas, yo estoy contigo».

Conclusión: Depositar nuestra confianza en Dios es la mejor decisión que podemos tomar. Todo lo terrenal puede fallar, pero Él jamás falla. Cuando aprendemos a descansar en sus promesas, descubrimos una paz que sobrepasa todo entendimiento y una esperanza que no se apaga. Así que hoy, decide confiar en el Señor, y verás cómo tu vida cobra un nuevo sentido bajo el amparo de su gracia.

Cristo murió por los impíos
Guárdame, Dios, porque en ti he confiado