Te amo Jehová

La confianza que sentían hacia Dios aquellos hombres del Antiguo Testamento nos llena de gran inspiración. No eran personas exentas de dificultades, al contrario, enfrentaron guerras, persecuciones, hambre, tentaciones y muchas pruebas que parecían imposibles de superar. Sin embargo, en medio de cada batalla, mantenían su confianza en Dios como una llama ardiente que nunca se apagaba. Esa fe constante es la que nos invita a mirar sus vidas como ejemplo y motivación. Es importante conocer sus historias, sus luchas y los escritos que dejaron plasmados en la Biblia, porque a través de ellos aprendemos a confiar plenamente en el Señor Jesucristo, nuestro Salvador eterno.

Veamos lo que dijo el salmista David, un hombre que conocía de victorias, pero también de grandes pruebas:

1 Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.

2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.

3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
Y seré salvo de mis enemigos.

Salmo 18:1-3

Estas palabras son un canto de confianza y adoración. David sabía que su fuerza no estaba en sus manos, ni en sus soldados, ni en sus armas. Su confianza estaba puesta únicamente en Dios. Lo llama roca, castillo, libertador, fortaleza, escudo y refugio. Cada una de estas palabras describe la seguridad que encontró en el Señor. De igual manera, nosotros podemos aprender a apoyarnos en Dios, reconociendo que en medio de nuestras propias batallas, Él sigue siendo el mismo Dios fiel y poderoso.

Los hombres y mujeres de Dios aprendieron a sacar fuerzas de donde no había, porque en lo más profundo de su corazón tenían una confianza indestructible. La Biblia misma afirma: “Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre” (Salmo 125:1). Esta es la verdadera confianza: saber que, aunque todo a nuestro alrededor se tambalee, en Dios tenemos firmeza, estabilidad y seguridad eterna. Esa confianza no depende de las circunstancias, sino del carácter inmutable de Dios.

Aquellos que confían en el Señor saben que en medio de la tempestad Dios es refugio seguro. Cuando la vida lanza sus flechas de angustia, enfermedad, pérdida o dolor, Jehová es nuestro escudo protector. Cuando las tormentas arrecian y el miedo golpea nuestro corazón, Jehová se convierte en nuestro castillo fuerte donde encontramos paz. Así como David pudo testificar de la fidelidad de Dios en cada etapa de su vida, nosotros también podemos declarar que el Señor nunca falla y que en Él siempre podemos descansar.

Confiemos en Dios con todo nuestro corazón. Pongamos nuestras cargas, nuestros sueños y nuestras vidas en sus preciosas manos. La confianza no es simplemente un pensamiento positivo; es una entrega completa al Dios que gobierna el universo. Recuerdo haber dicho en un momento clave de mi vida, justo antes de subir a un avión: “Si Dios sostiene el universo, cuánto más sostendrá un pedazo de acero en el cielo”. Esa frase sigue siendo una verdad contundente. ¡Gloria a Dios! Si Él sostiene todo lo creado con su poder, ¿cómo no va a sostener nuestras vidas frágiles en sus manos?

Que cada día aprendamos a vivir con esa misma fe inquebrantable. No pongamos nuestra confianza en riquezas, ni en personas, ni en fuerzas humanas. Nuestra esperanza debe estar firmemente plantada en Dios, porque Él es roca eterna, refugio seguro y nuestro salvador. Confiemos siempre en el Señor, porque nunca nos dejará ni nos abandonará.

Cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él
El Señor es mi ayudador; no temeré