Bendecid y no maldigáis

Hemos visto a lo largo de la historia que la iglesia del Señor en todo tiempo ha sido perseguida, señalada y maltratada por aquellas personas que no aceptan las verdades eternas de Dios. Desde los primeros creyentes hasta nuestros días, el pueblo de Dios ha tenido que enfrentar oposición, burlas, injusticias y ataques. Sin embargo, nosotros que hemos depositado nuestra fe en el Señor debemos seguir firmes y hacia adelante, sin importar lo que digan o hagan en contra nuestra. La fe en Cristo no nos libra de la persecución, pero sí nos fortalece para resistirla y mantenernos con esperanza en medio de cualquier prueba.

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.

Romanos 12:14

El mandato de la Palabra es claro: no debemos responder al mal con mal. No miremos a los que nos persiguen con odio ni con resentimiento, y mucho menos devolvamos maldición por maldición. Al contrario, hemos sido llamados a bendecir a todas las personas y a pedir al Señor que transforme sus corazones. Solo Dios puede cambiar lo que no le agrada, y nuestra oración sincera puede ser instrumento para que muchos de los que hoy persiguen lleguen a ser hijos de salvación mañana.

Cuando leemos la Biblia encontramos un sinnúmero de ejemplos de persecución y oposición. En el Antiguo Testamento vemos a profetas como Jeremías siendo rechazados por predicar la verdad de Dios. En el Nuevo Testamento observamos con tristeza cómo nuestro Señor Jesucristo fue maltratado, perseguido y finalmente crucificado por aquellos que no entendían su misión redentora. La persecución no es algo nuevo, es una realidad que acompaña a todo aquel que desea vivir piadosamente en Cristo Jesús.

Los discípulos del Señor también recibieron constantes maltratos por parte de hombres que no comprendían el mensaje y que estaban siendo usados por Satanás. El maligno siempre busca instrumentos para levantar oposición contra el Evangelio, y muchos terminan escuchando su voz en lugar de atender al llamado de Dios. Sin embargo, los apóstoles permanecieron fieles, anunciando el mensaje aun en medio de cárceles, latigazos y desprecio. Esa fidelidad es la que también se nos demanda a nosotros en este tiempo.

Por esta razón, nosotros que hemos recibido la sabiduría de Dios para entender su Palabra debemos ser diligentes en enseñarla día tras día. No debemos detenernos por la oposición de aquellos que carecen de entendimiento espiritual. Nuestra misión es continuar haciendo el bien a todos, mostrando con el ejemplo de nuestras vidas que el amor de Dios es más fuerte que cualquier maltrato o persecución.

Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.

Romanos 12:15

El apóstol Pablo también nos recuerda la importancia de la empatía cristiana. Tal como enseñó Salomón en Eclesiastés, todo tiene su tiempo: tiempo de llorar, tiempo de reír, tiempo de guardar silencio y tiempo de hablar. Como creyentes debemos tener compasión por los demás, acompañando a los que sufren en sus momentos de dolor, pero también celebrando con gozo en los tiempos de victoria y alegría. La vida cristiana no se vive en aislamiento, sino en comunidad, compartiendo tanto las cargas como las bendiciones.

Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.

Romanos 12:16

Finalmente, el llamado a la humildad es vital. Dios no se agrada de los altivos ni de los arrogantes; por el contrario, Él mira de cerca al humilde y da gracia a los mansos de corazón. La altivez nos aleja de la comunión con Dios, mientras que la humildad nos acerca a su presencia. Recordemos que toda verdadera sabiduría proviene de lo alto, por lo tanto, no confiemos en nuestro propio entendimiento ni nos enorgullezcamos de nuestras opiniones. Todo lo que hagamos debe buscar el agrado del Señor y glorificar su santo nombre. Vivamos con un corazón sencillo, reconociendo que somos nada sin Él y que dependemos enteramente de su gracia y misericordia.

El Señor es mi ayudador
Si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos