Cuando hablamos de la terrible majestad de Dios, nos estamos refiriendo a la grandeza y soberanía de Aquel que gobierna sobre todo lo creado. Su poder es majestuoso, incomprensible y digno de toda gloria y honra. Un Dios cuya majestad no solo se revela en los cielos y en la tierra, sino también en la paz que imparte a quienes confían en Él. La Biblia nos recuerda constantemente que nuestro Señor es digno de temor reverente y de alabanza sincera, porque no hay nadie como Él.
Es importante comprender que la expresión “terrible majestad” no debe interpretarse de manera negativa, sino como una descripción de la grandeza absoluta de Dios, que está más allá de nuestra capacidad de entendimiento. La magnificencia divina produce reverencia en quienes la contemplan, ya que nos recuerda nuestra pequeñez frente al Creador. Así como los cielos declaran la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos, también la creación entera nos habla de su poder que impone respeto y adoración.
El poder de Dios no es solo para juzgar, sino también para sostenernos. Es un magnífico poder que nos bendice, nos da luz cada mañana y nos guía en los caminos de justicia. Cuando nos acercamos a Él y le conocemos más profundamente, descubrimos que su mano nos sostiene aún en los lugares más delicados y que su vara y su cayado nos infunden aliento en medio de la prueba.
Viniendo de la parte del norte la dorada claridad.
En Dios hay una majestad terrible.
Job 37:22
Las expresiones de Job son poderosas porque nacen de una experiencia real y dolorosa. Job fue un hombre que conoció la aflicción como pocos. Lo perdió todo: bienes, salud y familia. Sin embargo, en medio de su quebranto, nunca negó su fe en el Dios todopoderoso. La Biblia nos muestra que Satanás buscó quebrantarlo, convencido de que terminaría maldiciendo al Señor. Pero se equivocó. Job resistió la prueba, aunque con lágrimas y preguntas, y al final recibió el doble de lo que había perdido. Su testimonio es una prueba viviente de que la majestad de Dios también se revela en el sostén de los justos durante la adversidad.
Dios confió en Job porque sabía que era un hombre íntegro. Y aunque permitió la prueba, nunca lo dejó solo. Aunque Job no siempre pudo ver a Dios ni entender lo que sucedía, el Señor estaba allí, guardándolo en medio del dolor. Esta es una gran lección para nosotros: en nuestras pruebas no estamos solos. Aunque parezca que el cielo está cerrado, Dios sigue obrando con poder, mostrando su terrible majestad incluso en los momentos más oscuros.
Esta enseñanza también nos recuerda que la fe no se prueba en la abundancia, sino en la escasez. Job tuvo que experimentar la pérdida para mostrar su confianza absoluta en Dios. Así también nosotros debemos aprender que las dificultades no significan ausencia del Señor, sino una oportunidad para ver su gloria manifestada de maneras que no entenderíamos en tiempos de calma. La majestad de Dios se hace evidente cuando, a pesar de nuestra debilidad, Él nos levanta con su fuerza y nos permite seguir adelante.
Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder;
Y en juicio y en multitud de justicia no afligirá.
Job 37:23
Qué glorioso es reconocer que nuestro Dios es inalcanzable en grandeza. Ningún pensamiento humano puede abarcarlo, ninguna mente puede comprender toda su gloria. Su justicia es perfecta y su misericordia es infinita. Aunque es un Dios terrible en majestad, también es un Padre compasivo que guarda nuestras vidas y extiende su misericordia de generación en generación. Cuando las tinieblas intentan rodearnos, su luz resplandece y nos muestra que Él sigue siendo soberano sobre todo.
Esto nos recuerda que no debemos encasillar a Dios en nuestros razonamientos limitados. A veces queremos entender cada situación, pero olvidamos que sus caminos son más altos que los nuestros y sus pensamientos son más profundos que los pensamientos humanos. La verdadera adoración nace cuando reconocemos que no lo comprendemos todo, pero confiamos plenamente en que Él es justo y misericordioso.
Lo temerán por tanto los hombres;
Él no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio.
Job 37:24
El verdadero temor a Dios no es terror, sino reverencia. Reconocer su terrible majestad nos lleva a vivir en humildad, sabiendo que todo lo que tenemos viene de Él. La Escritura nos advierte que no nos hagamos sabios en nuestra propia opinión, porque eso es desagradable a Dios. La verdadera sabiduría solo proviene de lo alto, y es dada por el Señor a quienes le buscan con sincero corazón.
Por eso, cada día debemos glorificar a Dios, no solo en los momentos de victoria, sino también en medio de las pruebas. Él es nuestro ayudador, nuestro sostén y nuestro refugio. Reconocer su terrible majestad no debe producirnos miedo, sino confianza reverente, porque el mismo Dios que gobierna el universo es quien también cuida de nosotros. A Él sea toda la gloria, honra y alabanza por los siglos de los siglos. Amén.