Bueno es Dios

¿Has meditado en lo bueno que es nuestro Dios? Cada nuevo día deberíamos comenzar reflexionando en su bondad, porque aun cuando nosotros no hemos sido fieles ni constantes con Él, Dios ha demostrado una bondad eterna y perfecta hacia nosotros. Lo cierto es que no somos merecedores de su favor, pero aun así nos ha colmado de su gracia y misericordia. Entre los hombres, es común que se hagan favores solo para recibir algo a cambio o por correspondencia, pero en Dios encontramos un amor diferente: Él obra en favor nuestro sin que lo merezcamos y sin esperar nada que le sume a su grandeza.

El apóstol Pablo enseñó a Timoteo sobre la bondad de Dios y su propósito eterno para con la humanidad:

3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,

4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

1 Timoteo 2:3-6

Dios es verdaderamente bueno. Sus obras poderosas a lo largo de la historia lo confirman: abrió mares, derribó muros, sanó enfermos, levantó muertos y mostró su gloria a su pueblo en innumerables ocasiones. Pero, de todas las maravillas que ha hecho, la más grande de todas fue traernos al conocimiento de la verdad por medio de Jesucristo. Sin su intervención en nuestra vida, jamás hubiésemos venido a sus pies. En otras palabras, todo lo que somos y todo lo que tenemos se lo debemos a Él: la vida, la familia, el sustento, el trabajo, el aire que respiramos. ¡Todo proviene de la bondad de nuestro Dios!

A menudo escuchamos a personas no creyentes culpar a Dios de las tragedias, las enfermedades, las guerras o las injusticias. Algunos incluso concluyen que si existe tanto mal en el mundo, entonces Dios no es bueno. Sin embargo, la Biblia y nuestra propia experiencia en Cristo nos muestran lo contrario: Dios es tan bueno que hace salir el sol sobre justos e injustos, y envía la lluvia tanto sobre buenos como sobre malos. Su bondad es universal, su misericordia es abundante, y su paciencia nos da oportunidad de arrepentirnos.

La raíz de la maldad no está en Dios, sino en el corazón humano. El pecado es lo que ha corrompido este mundo y lo que produce sufrimiento y dolor. Pero en medio de todo, Dios sigue mostrando su bondad, preservando la vida, sosteniendo la creación y ofreciendo salvación a través de Cristo. Esto nos muestra que el amor de Dios no se mide por la ausencia de dificultades, sino por su obra redentora en la cruz del Calvario.

El mayor acto de amor de todos los tiempos fue cuando Dios envió a su Hijo unigénito para que muriera por nuestros pecados. No existe una muestra de bondad más grande que esa: entregar lo más preciado, a su propio Hijo, en rescate por una humanidad perdida. En la cruz vemos la justicia y la misericordia de Dios unidas, y comprendemos que su deseo no es condenar, sino salvar. Él no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedamos al arrepentimiento y recibamos la vida eterna que solo Cristo ofrece.

Por eso, meditar en la bondad de Dios no debe ser algo ocasional, sino una práctica diaria. Recordemos que cada aliento que respiramos, cada oportunidad de vida y cada bendición que disfrutamos es una evidencia de su amor constante. Que nuestros corazones se llenen de gratitud, y que nuestras vidas reflejen esa bondad hacia otros, mostrando al mundo que servimos a un Dios bueno, fiel y lleno de misericordia.

Buenas nuevas a los abatidos
Jehová es tu guardador