Si pudiésemos definir al pueblo de Israel como tal, podríamos decir que ha sido uno de los pueblos más rebeldes e incrédulos que han existido. ¿Por qué esta definición tan dura? Porque, aunque Israel fue el pueblo escogido por Dios, con el tremendo privilegio de ser separado para Él, una y otra vez se desviaron del propósito divino. La historia bíblica está llena de ejemplos en los que, a pesar de los milagros y prodigios que experimentaron, el pueblo se inclinó hacia la desobediencia, la idolatría y la murmuración. Esto nos muestra cuán frágil es la condición humana sin la dependencia diaria de Dios.
Si comenzamos a contar los favores de Dios hacia Israel, nos daríamos cuenta de que son incontables. El Señor abrió el Mar Rojo, envió maná del cielo, hizo brotar agua de la roca, derribó muros, venció ejércitos enemigos, levantó jueces y profetas, y una y otra vez mostró su amor y su poder. Todo esto lo hizo a pesar de la infidelidad de su pueblo. La Escritura es clara al enseñarnos que “si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo”. Amado lector, esto debe llenarnos de esperanza, pues nuestro Dios no actúa condicionado a nuestra conducta. Él es eterno, soberano, todopoderoso, y su fidelidad no depende de nuestras obras, sino de su carácter perfecto.
Recordemos la poderosa historia de cómo Dios sacó a Israel de Egipto con mano fuerte y brazo extendido. Ellos fueron testigos de plagas, prodigios y maravillas que demostraban el poder incomparable del Señor. Sin embargo, aun viendo su gloria, se volvieron rápidamente a la idolatría, levantando un becerro de oro y postrándose ante dioses falsos. Este es un retrato de la condición humana: aunque Dios nos bendice y nos guarda, nuestro corazón tiende a desviarse. Pero lo maravilloso es que Dios nunca se olvidó de ellos, ni rompió su pacto. Por el contrario, les recordó a través de Moisés unas palabras que resuenan hasta hoy:
Por lo tanto, busquemos a Dios de todo corazón. No nos acerquemos a Él de manera superficial, sino con entrega total. Dios se deleita en aquellos que le buscan con sinceridad, y promete que nunca nos dejará ni nos abandonará. Su fidelidad es un refugio seguro en medio de la angustia y la incertidumbre. Aunque nos apartemos, su misericordia siempre nos llama de vuelta. Vivamos agradecidos por su amor inmutable y esforcémonos cada día en permanecer fieles a Aquel que nunca nos falla.