Me encanta leer la historia del pueblo de Israel, puesto que en ella veo ese derroche de amor del Todopoderoso ante aquel pueblo que en muchas ocasiones se desviaba, se olvidaba de Dios y hacía lo incorrecto. Sin embargo, Dios siempre estaba detrás de ellos y esto porque amaba a Israel, siempre buscaba la forma de reunirlos de nuevo para que le sirvan. Querido amigo, Dios no es orgulloso como nosotros, Él nos busca aún sin nosotros merecerlo y siendo Él el ofendido.
El pueblo de Israel tuvo altas y bajas, pero Dios nunca se olvidó de ellos, puesto que era un pueblo con grandes promesas de parte del mismo Dios. Jeremías dice:
12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré;
13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.
14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
Jeremías 29: 12-14
Estos versículos pertenecen a la carta que el profeta Jeremías escribe a los cautivos judíos que se encontraban en Babilonia. Aquí Jeremías dice una gran palabra de Dios a aquellos que se encontraban siendo esclavos en la nación de Babilonia, la cual en ese tiempo era el imperio más temible de la tierra, sin embargo, el pueblo de Israel estuvo cautivo allí por su desobediencia. Nosotros nos parecemos mucho al terco pueblo de Israel, y es por eso que Dios también nos hace pasar por ciertos procesos, pero créanme, estos procesos no son para muerte, son para Dios levantarnos y hacernos hombres y mujeres maduros.
Dios les dice: «y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón». El pueblo de Israel debió estar cautivo para poder entender que sin Dios eran simplemente insignificantes.
Dios nos ha prometido al igual que a ellos que si le buscamos le podríamos encontrar. Amigos, Dios no está lejos de nosotros, Él siempre está cerca para responder nuestras oraciones, nunca está ocupado como para no escucharnos.
Al igual que Dios prometió al pueblo de Israel salir del cautiverio, Dios nos ha sacado de ese cautiverio donde éramos presos del enemigo, y nos ha traído a sus pies para que le adoremos por toda una eternidad.
Cuando analizamos esta promesa de Jeremías entendemos que Dios no solo hablaba a una nación antigua, sino que también hablaba proféticamente a todas las generaciones. Su amor no se limita a un grupo específico, sino que se extiende a todo aquel que decide buscarle con sinceridad. Así como Israel fue restaurado, también nuestras vidas pueden ser transformadas si decidimos invocar el nombre del Señor con fe.
Muchas veces pensamos que Dios se ha olvidado de nosotros porque atravesamos dificultades, pero la realidad es que esos momentos son parte del plan de maduración espiritual. El cautiverio de Israel no fue un castigo sin propósito, fue una disciplina que produjo arrepentimiento y dependencia de Dios. De igual manera, las pruebas que enfrentamos hoy tienen un propósito redentor, pues Dios quiere formar en nosotros un carácter firme y una fe inquebrantable.
El texto de Jeremías también nos recuerda la importancia de la oración. Dios mismo promete: “me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré”. Esta es una invitación directa a tener una relación íntima con nuestro Creador. Orar no es una pérdida de tiempo, es abrir la puerta del cielo y permitir que el poder de Dios obre en nuestras vidas. Cada vez que doblamos nuestras rodillas estamos declarando que no podemos solos y que necesitamos la intervención divina.
En la actualidad, el ser humano busca soluciones en la ciencia, en la política o en su propia inteligencia, pero el pasaje nos muestra que solo quienes buscan a Dios de todo corazón lo hallarán. Esa es la clave: un corazón sincero, sin máscaras ni intereses ocultos, dispuesto a rendirse ante la voluntad del Señor. Cuando lo hacemos, experimentamos libertad, sanidad y paz que sobrepasa todo entendimiento.
Por último, esta promesa nos invita a vivir con esperanza. Israel regresó a su tierra después de 70 años de cautiverio, demostrando que Dios siempre cumple lo que promete. Así también nosotros podemos confiar en que, aunque pasemos por desiertos espirituales, llegará el tiempo de la restauración. Dios no se ha olvidado de ti, Él sigue teniendo planes de bien y no de mal, para darte un futuro lleno de esperanza.
Conclusión: La historia del pueblo de Israel y las palabras de Jeremías nos enseñan que Dios siempre permanece fiel, aun cuando nosotros somos infieles. Él escucha nuestras oraciones, responde a nuestro clamor y nos promete libertad del cautiverio espiritual. Hoy es un buen día para buscarle con todo el corazón, sabiendo que si lo hacemos, lo encontraremos y su presencia nos traerá paz y restauración. Vivamos confiados en su amor eterno, porque Él nunca falla.