Es bueno reconocer que Dios es nuestro escudo fuerte, y que él nos protegerá en todo momento de dificultad no importando donde nos encontremos porque Dios siempre estará ahí.
Nuestra alma espera a Jehová;
Nuestra ayuda y nuestro escudo es él.Salmos 33:20
Desde tiempos antiguos, la imagen del escudo ha representado seguridad, defensa y firmeza frente a cualquier ataque. En la vida espiritual sucede lo mismo, pues el creyente enfrenta luchas internas, tentaciones y pruebas externas. Sin embargo, la Biblia nos recuerda una y otra vez que Dios es nuestro escudo protector, y que en Él encontramos la verdadera seguridad que el mundo no puede dar. Esta verdad debe llenar nuestro corazón de confianza y esperanza, porque no estamos desamparados.
Definición de un escudo:
Arma de defensa que sirve para proteger el cuerpo de los golpes del adversario,
formada por una plancha de metal o madera que se sujeta con el brazo.
«El escudo se lleva en el brazo contrario al que maneja el arma de ataque»
Como dice esta definición, en los tiempos de guerra el escudo era usado por los soldados para protegerse de los ataques de los adversarios. Era una gran herramienta de protección.
Un soldado no podría salir a la batalla sin su escudo ni su armadura, estas protecciones permitían que los soldados duraran más tiempo luchando contra sus adversarios.
Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón,
Porque en su santo nombre hemos confiado.Salmos 33:21
Si Dios es nuestro escudo, debemos estar confiados como un león todo el tiempo, solo preocupándonos de que ese escudo siempre nos esté protegiendo de todo plan del enemigo y de toda acechanza del maligno.
Nuestra confianza debe estar depositada en Jehová Dios de los ejércitos, sin temer a lo que nos pueda hacer desfallecer, porque Él es nuestro escudo para siempre.
Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros,
Según esperamos en ti.Salmos 33:22
Es bueno que entendamos que su misericordia nos guarda de todo mal, porque así es su voluntad divina, por eso nunca nos olvidemos que Él siempre será nuestro escudo y que lo seguirá siendo por toda la eternidad.
La palabra de Dios es fiel y verdadera y nunca falla y nunca fallará, Él no miente, sino que cumple sus promesas por encima de todo lo que se oponga a que Dios siga siendo nuestro escudo. Así que si estás desesperanzado porque alguien te dijo que no hay un nadie que te cuida y que no tienes un escudo sobre ti, pues dile que es mentira porque sí hay un Dios que es nuestra esperanza y escudo fuerte, y que permanece para siempre.
Cuando enfrentamos momentos difíciles, podemos sentirnos solos, pero la verdad es que el Señor nunca abandona a los suyos. Así como un soldado en la antigüedad no podía resistir sin su escudo, nosotros tampoco podemos resistir sin la presencia y protección de Dios. Él está pendiente de cada detalle, cuidando nuestros pasos y fortaleciendo nuestra fe para que podamos vencer cualquier adversidad. La vida cristiana es una batalla diaria, y el escudo divino es nuestra mejor defensa.
Además, debemos recordar que el escudo no solo protege, sino que también inspira confianza. Saber que contamos con la defensa del Todopoderoso nos da paz en medio de las tormentas. No es un escudo cualquiera, sino uno que nunca se rompe ni se debilita. Aunque el enemigo intente atacarnos, la misericordia de Dios nos cubre y nos mantiene firmes, porque su amor es eterno y su cuidado nunca se agota.
En conclusión, Dios es y seguirá siendo nuestro escudo fuerte. Él nos protege de los ataques visibles e invisibles, nos sostiene en los momentos de debilidad y nos recuerda que en su nombre hay poder y refugio. Al depositar nuestra confianza en Él, aprendemos que no hay adversidad que pueda vencernos, porque quien tiene a Dios como escudo tiene todo lo que necesita para vivir en victoria. Por eso, cada día debemos agradecer, confiar y descansar en la promesa de que el Señor es nuestra ayuda y nuestra defensa eterna.