El endemoniado gadareno

La Biblia nos relata una de las historias más impactantes del ministerio de Jesús: la liberación del endemoniado gadareno. El evangelio de Lucas nos dice que, al llegar a la tierra de los gadarenos, salió a su encuentro un hombre poseído por espíritus inmundos. Este hombre no vestía ropa, no vivía en casa, sino que habitaba entre los sepulcros. Era una vida marcada por el dolor, la esclavitud y la desesperación.

Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.

Lucas 8:27

Imaginemos por un momento la escena: un hombre completamente dominado por demonios, aislado de la sociedad, sin familia ni amigos a su lado, viviendo en medio de la muerte y la oscuridad. La gente de aquella región lo consideraba un caso perdido, alguien que nunca podría cambiar. Sin embargo, lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

Este hombre era muy agresivo, y las cadenas con las que intentaban atarlo eran rotas por la fuerza sobrenatural de los demonios que lo poseían. El evangelio nos dice que cuando Jesús le preguntó su nombre, él respondió: «Legión, porque somos muchos». Una legión romana estaba compuesta por miles de soldados, lo que nos muestra que este hombre estaba bajo una opresión espiritual enorme. Y, sin embargo, ni todas esas legiones de demonios pudieron resistir la autoridad de Jesús.

Lo extraordinario de esta historia es el contraste entre la condición del hombre y la obra de Cristo. Allí donde había desesperanza, Jesús llevó esperanza. Donde había muerte, Él trajo vida. Donde había cadenas espirituales, llegó la verdadera libertad. La gente nunca pensó que este hombre podría ser transformado, pero Jesús lo hizo libre en un instante. El evangelio de Lucas nos cuenta cómo terminó su historia:

Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.

Lucas 8:39

Lo que antes era un hombre temido y rechazado, ahora se convirtió en un testigo poderoso del amor y el poder de Dios. Jesús le dio una nueva identidad, una nueva vida y una misión clara: compartir con otros las maravillas que había experimentado. De ser un esclavo de los demonios pasó a ser un predicador de las buenas nuevas.

Este pasaje también nos advierte sobre la realidad espiritual en la que vivimos. Jesús mismo explicó en otro momento lo que sucede con aquellos que son liberados pero no permanecen en Dios:

Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación.

Mateo 12:45

Esto nos enseña que no basta con ser liberados; es necesario permanecer en Cristo. Cuando venimos a Él, somos hechos nuevas criaturas, pero debemos mantenernos firmes en la fe para no volver atrás. Si descuidamos nuestra relación con Dios, corremos el riesgo de volver a caer en esclavitudes aún peores que antes. El enemigo no se da por vencido fácilmente; buscará la manera de apartarnos del Señor. Por eso es vital llenar nuestra vida de la presencia de Dios, de su Palabra y de la comunión constante con Él.

Querido lector, la historia del endemoniado gadareno nos recuerda tres grandes verdades: primero, que no existe caso imposible para Jesús; segundo, que su poder es más grande que cualquier opresión espiritual; y tercero, que debemos permanecer en el camino del Señor para no retroceder a la esclavitud del pecado. Si hoy sientes que hay áreas de tu vida que están atadas, ven a Cristo. Si ya has sido liberado, permanece en Él y cuenta a otros las grandes cosas que Dios ha hecho contigo. Esa es la mayor evidencia de que el evangelio transforma y de que Jesús sigue siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos.

Seamos sabios y no dejemos el camino de la salvación. El mismo Dios que transformó la vida del gadareno es el que puede transformar la tuya. No importa cuán oscura sea tu situación, el poder de Cristo es más fuerte que cualquier cadena. Y cuando Él liberta, lo hace para siempre.

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