Jehová quita y pone reyes

Hemos escuchado todo el tiempo de la suspensión de los reyes de aquellos tiempos, y no solo de aquellos tiempos, sino que también esto ocurre actualmente.

Como podemos ver ya no le llamamos reyes sino que utilizamos esta palabra, presidente, aunque todavía se utiliza la palabra rey en algunos países.

Si comenzamos a leer la palabra de Dios, nos encontraremos con un sinnúmero de reyes que gobernaron en aquellos tiempos y entre ellos había malos y buenos, estos reyes controlaban naciones dando muerte a todo aquel que impidiera su conquista.

Tenía, pues, Josafat riquezas y gloria en abundancia; y contrajo parentesco con Acab.
2 Crónicas 18:1

Esta es una historia de un rey de Israel llamado Acab, el cual fue engañado por un espíritu de mentira que posaba en los profetas permitido por Dios , y este se encargó de inducir a Josafat a ir a la guerra sin la autorización de Dios, creyendo así en cada una de las falsas palabras que le daban aquellos falsos profetas, sin embargo este rey de Israel entendía que necesitaba la palabra de un verdadero profeta.

El rey preguntó si en ese reino había un verdadero profeta que tuviera palabra de Dios, y acab le respondió que había uno pero que nunca sentía agradado con lo que este le profetizaba, pero Josaft le respondió que lo mandara a llamar y cuando el profeta Micaías se presentó ante los reyes hizo conforme el Señor había hablado.

Podemos decir que todos los reyes de la tierra son puestos por Dios y que un día también pueden ser quitados, pero algunos de estos reyes piensan que son puestos por su estatus social y sus conocimientos adquiridos. Actualmente existen muchos llamados presidentes los cuales piensan que nunca serán quitados de su cargo, pero se equivocan, porque existe uno el cual lo puso y que también lo puede quitar.

Cuando analizamos estos relatos bíblicos, comprendemos que el liderazgo humano es pasajero. Reyes como David, Salomón, Ezequías o Josías dejaron huellas imborrables, mientras que otros como Acab o Manasés pasaron a la historia por su maldad y desobediencia. Esto nos enseña que no basta con tener poder, riquezas o posición social, sino que lo más importante es gobernar con justicia y obediencia a Dios.

Los gobernantes de hoy, aunque lleven otro título, siguen enfrentando los mismos dilemas. La corrupción, la soberbia y la manipulación siguen presentes en la política moderna, y muchos piensan que sus cargos son permanentes o que dependen de sus influencias humanas. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que es Dios quien pone y quita reyes, lo cual nos lleva a reflexionar en la fragilidad del poder humano.

Así como Josafat buscó la voz de un verdadero profeta, nosotros también necesitamos discernir entre la verdad y la mentira. No todo mensaje es de parte de Dios, y en la actualidad encontramos voces que distorsionan la verdad para conveniencia personal o política. Es deber de cada creyente examinarlo todo a la luz de la Palabra, para no ser engañados como lo fue el rey Acab.

En nuestra vida cotidiana también podemos aplicar esta enseñanza. Aunque no seamos reyes ni presidentes, todos ejercemos cierto grado de liderazgo, ya sea en nuestra familia, en el trabajo o en la comunidad. La manera en que utilizamos esa autoridad refleja si seguimos principios divinos o si, por el contrario, nos dejamos llevar por el orgullo y la autosuficiencia.

La historia de Acab y Josafat nos advierte del peligro de rodearnos de consejeros que solo dicen lo que queremos escuchar. El verdadero consejo, aunque muchas veces incómodo, es el que proviene de Dios. Por eso, al igual que Josafat, debemos pedir siempre que haya “un profeta de Jehová” en nuestras decisiones, alguien que nos lleve a la verdad aunque duela.

Finalmente, esta reflexión nos invita a confiar en que la soberanía de Dios está por encima de todo gobierno humano. Las naciones cambian, los gobernantes pasan, pero el Reino de Dios permanece para siempre. Así como en la antigüedad Él permitió la caída de imperios enteros, también en nuestros tiempos sigue mostrando que su poder es eterno y que ningún trono humano es más alto que el suyo.

Que este recordatorio fortalezca nuestra fe y nos ayude a mantener la mirada en el verdadero Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo, cuyo gobierno es justo, eterno y lleno de misericordia.

La excelencia de la ofrenda de Abel
Siempre gozosos en el Señor