La excelencia de la ofrenda de Abel

Es muy importante que tengamos en cuenta que cuando vallamos a darle una ofrenda al Señor, lo hagamos de nuestro corazón y no con amargura en nuestro interior.

A veces nos encontramos con personas que dan algo y lo dan para que lo de más vean que ellos hacen buenas obras, pero ese bien que hicieron comienzan a divulgarlo con sus compañeros. La Biblia dice que lo que tu mano derecha haga no lo sepa la izquierda.

Las personas que dan con angustia, no reciben de Dios porque no dieron con alegría ni con gozo, sino que sus mismas acciones los conllevan a alejarse más de Dios.

Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Génesis 4:4-5

Aquí podemos ver un ejemplo a seguir de este hombre llamado Abel el cual ofrendó a Dios lo mejor, y lo hizo con todo el corazón. Abel se sentía muy agradecido de Dios.

Pero en esta historia encontramos un hombre llamado Caín el cual era el hermano de Abel, este daba de lo peor que tenía al Señor, y también sentía envidia de su hermano Abel.

Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. Hebreos 11:4

Es bueno que cuando nosotros vallamos a depositar nuestra ofrenda lo hagamos de corazón y no dar lo peor, sino que llevemos lo mejor, como hizo este hombre llamado Abel. Es bueno que si nosotros le damos algo a alguien lo demos con alegría y gozo, porque así mismo el Señor se sentirá contento. Recordemos que la Biblia dice que todo aquel queda al pobre a Dios le presta, así que si usted dará algo de lo con gozo en el nombre del Señor.

La actitud correcta al dar

La Biblia no solo nos enseña a dar, sino también a hacerlo con la actitud correcta. Dios mira más el corazón que la cantidad. Una ofrenda que sale de un corazón agradecido tiene más valor que una gran suma dada con orgullo o con resentimiento. El Señor se agrada de aquel que reconoce que todo lo que posee proviene de Él y, en gratitud, devuelve lo mejor.

Dar con alegría significa confiar en que Dios suplirá lo que necesitamos. Muchas veces las personas retienen pensando en su propia escasez, pero Jesús nos enseñó que si buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, todas las demás cosas nos serán añadidas. La confianza y la fe se reflejan también en la manera en que ofrendamos.

Ejemplos prácticos de dar con amor

No se trata únicamente de dinero. Una ofrenda al Señor puede ser nuestro tiempo, nuestro servicio, nuestras palabras de aliento o incluso una sonrisa que levante a quien está abatido. Cuando ayudamos a alguien en necesidad sin esperar nada a cambio, estamos ofrendando al Señor. Jesús mismo dijo: «Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».

Imaginemos a alguien que visita a un enfermo, lleva alimento a una familia necesitada o dedica tiempo para escuchar y orar con otro hermano. Estas son ofrendas de amor que suben como aroma agradable delante de Dios. Lo importante no es cuánto demos, sino cómo lo damos y con qué propósito lo hacemos.

El peligro de dar con motivaciones equivocadas

Cuando damos solo para ser vistos por los hombres, ya hemos recibido nuestra recompensa: el reconocimiento humano. Sin embargo, esa recompensa es pasajera. Dios nos llama a dar en secreto, sin tocar trompeta, porque el Padre que ve en lo secreto nos recompensará en público. La verdadera recompensa viene de Dios, no de la aprobación de los demás.

El ejemplo de Caín nos recuerda lo que sucede cuando damos sin fe ni amor. Su ofrenda fue rechazada porque no salió de un corazón sincero. Más que la ofrenda material, Dios miró la actitud de su corazón. De la misma manera, nosotros debemos examinar nuestras intenciones antes de dar: ¿lo hago por amor o por apariencia?, ¿lo hago por gratitud o por costumbre?

Conclusión

La historia de Abel y Caín nos enseña que lo que agrada al Señor no es la cantidad, sino la calidad espiritual de nuestra ofrenda. Dios ama al dador alegre y recompensa a quienes le honran con lo mejor de sus vidas. Por eso, cada vez que tengamos la oportunidad de dar, hagámoslo con alegría, con gratitud y con fe, sabiendo que nuestro Padre celestial se complace en aquellos que le ofrecen lo mejor de su corazón. Que nuestras ofrendas, ya sean materiales o espirituales, sean siempre un reflejo del amor y la gratitud que sentimos hacia el Señor.

Un buen soldado de Cristo
Jehová quita y pone reyes