Existen muchas personas con problemas graves de personalidad, personas que se van tras los vicios y han buscado diferentes instituciones para poder cambiar sus formas de ser en la sociedad y simplemente no han podido. Sus familiares han buscado a los mejores especialistas y han perdido fortunas en el intento y no ha habido ningún tipo de cambio.
Ellos simplemente no han podido cambiar, por más que sientan el deseo de hacerlo, simplemente se sienten débiles y manipulados por sus deseos pecaminosos. Sé que cada uno de nosotros tenemos una historia que contar de cómo Cristo ha intervenido en nuestras vidas, a tal punto que nos ha transformado de tal manera que ya no somos las mismas personas que antes.
Hay un pasaje en la Biblia que dice sobre esto:
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
2 Corintios 5:17
Esto de la transformación que Cristo puede hacer en nuestras vidas es algo grandioso. Recuerdo aquel día en que Cristo me llamó y le confesé como mi Salvador, aquel día fue el más increíble de mi vida, pues cuando terminé de orar abrí mis ojos y literalmente sentí que algo en mi ser fue transformado y esto se demostró a partir de ese día, cada día que pasaba Dios hacía una grandiosa obra en mi vida y la continúa haciendo actualmente.
Todos nosotros tenemos algo que decir sobre lo bueno que ha sido Dios en nuestras vidas. No hemos tenido que invertir una fortuna en un centro de rehabilitación para cambiar nuestra personalidad, sino que hemos chocado con Cristo y al chocar con Él hemos sido transformados, regenerados, nacidos de nuevo.
Dios le dijo al pueblo de Israel:
Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que anden en mis estatutos, guarden mis ordenanzas y los cumplan. Entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios…
Ezequiel 11:19-20
Dios es el único que puede transformar el corazón de un ser humano, y damos gloria a Dios de que este milagro ha sido producido en cada uno de nosotros. A veces vivimos esperando un milagro de parte de Dios, y esto es bueno, porque destacamos lo poderoso que es nuestro Creador, más, debemos saber que el milagro más poderoso ya ha sido producido en nosotros, el cual es el milagro de la salvación.
Cuando pensamos en la transformación de una vida, recordamos que los intentos humanos muchas veces fracasan. Psicólogos, consejeros y programas de superación personal pueden ofrecer ayuda temporal, pero no llegan a lo más profundo del ser. Lo que hace diferente la obra de Cristo es que Él no solo cambia los hábitos externos, sino que renueva desde el corazón. Esa es la razón por la cual un adicto puede dejar su adicción, un hombre violento puede convertirse en una persona pacífica y una vida marcada por el odio puede ser transformada en amor.
El apóstol Pablo mismo es un ejemplo perfecto de esta transformación. De perseguidor de cristianos pasó a ser uno de los más grandes predicadores de la fe. Su cambio no vino por un esfuerzo humano, sino por el encuentro directo con Jesucristo en el camino a Damasco. Este testimonio nos recuerda que no importa cuán hundidos estemos en el pecado, siempre hay esperanza cuando nos encontramos con el Salvador.
Además, debemos tener presente que esta transformación no es un evento de un solo día, sino un proceso continuo. El Espíritu Santo va trabajando en nosotros día tras día, corrigiendo lo que está mal, fortaleciendo lo que está débil y moldeando nuestro carácter para parecernos cada vez más a Cristo. Esto significa que, aunque aún enfrentamos tentaciones y luchas, no estamos solos, pues Dios mismo camina con nosotros en el proceso.
El mundo actual necesita ver más testimonios vivos de esta transformación. Las personas buscan respuestas en lugares equivocados, pero el creyente que da testimonio de lo que Cristo hizo en su vida se convierte en una luz en medio de la oscuridad. Una vida transformada habla más fuerte que mil palabras, porque muestra la evidencia real del poder de Dios en acción.
Querido lector, hemos sido transformados por Cristo, somos nuevas criaturas, regocijémonos en nuestro Amado Creador y démosle gloria, pues para esto hemos sido llamados. Vivamos cada día con la certeza de que lo viejo ha pasado y lo nuevo ha llegado, y que nada ni nadie podrá apartarnos de ese amor perfecto que nos hizo libres.