Obviamente has escuchado o leído sobre Abraham, el «padre de la fe», el hombre que le creyó a Dios sobre todas las cosas y que anduvo con Él todos los días de su vida. Abraham está muerto físicamente, pero luego de tantos años después de su muerte, sigue siendo ejemplo para la iglesia de Jesucristo. Cuando leemos su historia nos parece algo increíble y hasta nos damos cuenta por qué se le llama el padre de la fe.
La Biblia nos comienza a hablar de Abraham el libro de Génesis capítulo 11, y casi bruscamente nos dice en el capítulo 12:1-3
Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.
Veamos, lo primero es que Dios le está diciendo a Abraham que se vaya del lugar donde él habitaba, que deje su padre y que vaya a la tierra que Él le mostraría. La historia de este hombre no solo es bonita, sino que es sorprendente. Pregunto: ¿Qué harías si Dios te dice que dejes todo lo que tienes para caminar hacia un lugar que ni siquiera conoces? Bueno, quizá muchos dirían que tienen la cabeza mala ese día, mas aquí está el detalle, Abraham no pensó que estaba mal de la cabeza, simplemente Dios habló y él se sometió. Creo que esto nos crea un mayor entendimiento de por qué se le llama el padre de la fe.
Lo siguiente es que las promesas que Dios le hizo a Abraham fueron increíbles: 1- Haré de ti una nación grande, 2- Te bendeciré, 3- Engrandeceré tu nombre y la más importante de todas: 4- En ti serán benditas todas las familias de la tierra. Eran promesas increíbles y quien las estaba prometiendo no era un hombre, sino el mismo Dios.
En el verso cuatro Abraham inmediatamente cumple la acción:
Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.(Génesis 12:4)
Podemos imitar de la fe de Abraham, ¿qué podemos imitar? Podemos imitar el confiar en las promesas de Dios sobre todas las cosas, creer que Él hará aun cuando no vemos ningún tipo de esperanza en nuestra condición. El verdadero acto de fe no es cuando tenemos todo fácil, más bien, es cuando todo está difícil y aun así permanecemos creyendo en Dios.
Cuando analizamos la vida de Abraham, vemos que su fe fue probada en numerosas ocasiones. No solo en la orden de salir de su tierra, sino también en episodios como la espera del hijo prometido. Abraham tuvo que esperar años para que se cumpliera la promesa de un heredero, y aunque en algún momento flaqueó, finalmente pudo ver la fidelidad de Dios manifestada en el nacimiento de Isaac. Esto nos enseña que la fe no siempre recibe respuestas inmediatas, sino que implica perseverancia y paciencia.
Otro aspecto que podemos aprender de Abraham es que la fe se vive en obediencia. No basta con decir «creo en Dios», sino que es necesario demostrarlo con hechos concretos. Abraham edificó altares, caminó largas distancias y confió en la dirección de Dios sin tener un mapa claro de su destino. Esa obediencia práctica es la que lo convirtió en un modelo para todas las generaciones posteriores.
La Biblia recalca que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia. Esto quiere decir que la fe genuina es reconocida y aprobada por el Señor. No se trata de obras grandiosas ni de riquezas materiales, sino de un corazón que descansa plenamente en la Palabra de Dios. A veces nosotros queremos ver primero los resultados para después creer, pero la fe verdadera funciona al revés: primero creemos, y luego vemos la manifestación de lo prometido.
Además, la promesa de que “en ti serán benditas todas las familias de la tierra” no se limitaba al pueblo de Israel. Se cumplió plenamente en Jesucristo, descendiente de Abraham según la carne, a través de quien todas las naciones reciben la bendición de la salvación. Es decir, que nuestra fe hoy en día también está conectada a la fe de Abraham, porque gracias a él y a su obediencia, llegó el plan de redención que alcanzó a toda la humanidad.
Esto nos motiva a entender que la fe no es un asunto del pasado. Así como Abraham confió en medio de la incertidumbre, nosotros también debemos aprender a confiar en Dios en tiempos de crisis, en medio de enfermedades, escasez o problemas familiares. La fe no se trata de emociones pasajeras, sino de una confianza firme y segura en que Dios nunca falla.
Hoy, como hijos de la fe, estamos llamados a imitar esa entrega radical y esa obediencia sin condiciones. Abraham salió sin conocer el camino, pero con la certeza de que quien lo guiaba era fiel. De igual forma, cada día se nos presentan decisiones que nos invitan a confiar más en Dios que en nuestras propias fuerzas o en lo que vemos alrededor.
Les invito a que la fe nunca se les debilite, pues hemos creído en un Dios que siempre cumple sus promesas, que es santo y que nunca miente. Esa esperanza nunca nos avergonzará. ¡Creamos en Dios con una fe exagerada!