3 razones para creer en las promesas de Dios

Dios ha hecho muchas promesas a los creyentes, las cuales encontramos en Su Palabra. Estas promesas satisfacen todas y cada una de nuestras necesidades, y los creyentes pueden reclamarlas y estar seguros de que su vida en Dios será completa y plena. Él es Padre para nosotros, y el más amoroso en eso. Las Escrituras nos recuerdan que no caminamos solos y que, aun en medio de la dificultad, el Señor permanece fiel a lo que dijo; Sus promesas no dependen de cambios humanos ni de circunstancias pasajeras, porque proceden de un Dios eterno.

Sin embargo, algunos creyentes encuentran difícil creer en las promesas de Dios. Esto puede deberse a que muchos piensan que estas promesas llegarán en un momento determinado según sus expectativas, o que simplemente no se cumplieron en el tiempo que esperaban. Sea cual sea el caso, debemos darnos cuenta de que Dios no se ajusta a nuestra línea de tiempo. En cambio, Él hace todas las cosas bellas a su tiempo (véase Eclesiastés 3:11). El retraso aparente no es negación, sino preparación: Dios alinea nuestro corazón con Su voluntad para darnos lo que realmente necesitamos de la manera más sabia.

Queridos amigos, ¿han dudado alguna vez si Dios realmente cumplirá sus promesas? No lo hagan ni por un instante, porque Dios no falla en lo prometido. La historia bíblica muestra cómo cumplió palabra tras palabra, desde la promesa a Abraham hasta la venida del Mesías. Hoy tenemos sólidas razones para confiar en que Sus promesas permanecen vigentes. Consideremos, pues, tres razones para creer que Dios será fiel a Su Palabra.

1) Dios no cambia de pensamiento

Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?

Números 23:19

A diferencia del hombre, Dios no se desvía de Sus palabras. No hay en Él sombra de variación ni arrepentimiento caprichoso. Los seres humanos prometen y, por debilidad, cambian de opinión; Dios, en cambio, cumple todo lo que dice. Esta verdad debería llenar nuestro corazón de seguridad. Su fidelidad no depende de nuestro estado de ánimo, de nuestra constancia o de la presión del entorno, sino de Su carácter inmutable. Cuando Dios habla, Su Palabra crea, sostiene y lleva a término aquello que ha decretado.

Aplicado a nuestra vida diaria, esto significa que, aunque nuestras emociones fluctúen, podemos anclarnos en lo que Dios ha prometido. En la duda, recordemos Su carácter; en la prueba, volvamos a Su Palabra; en la espera, permanezcamos firmes sabiendo que Él no miente.

2) Dios no retendrá lo que es bueno

Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.

Salmo 84:11

Los planes de Dios para nosotros siempre son buenos, y Sus promesas están llenas de bondad y esperanza (vea Jeremías 29:11). “Bien” no significa necesariamente “comodidad inmediata”, sino aquello que, a la luz de la eternidad, forma a Cristo en nosotros. Como Padre sabio, Él no nos da serpientes cuando pedimos pan, ni nos priva de lo que realmente necesitamos. A veces el Señor parece retardar una respuesta para protegernos de males que no vemos o para preparar un escenario mayor de bendición, donde Su gracia y Su gloria resalten con más claridad.

Cuando caminamos en integridad —buscando agradarle y obedecer Su Palabra—, podemos descansar en que no nos negará lo bueno. Si algo se retiene, confiemos en Su diagnóstico perfecto: Él sabe qué dar, cuándo darlo y cómo hacerlo para nuestro verdadero bien.

3) Cristo es nuestro «sí» a las promesas de Dios

Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; más ha sido Sí en él; porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.

2 Corintios 1:19-20

Cristo es la garantía suprema de que las promesas de Dios se cumplen. Su vida sin pecado, Su muerte expiatoria y Su resurrección victoriosa confirman que Dios ha actuado decisivamente a favor nuestro. En Jesús, Dios nos dice “Sí” de manera definitiva: sí al perdón, sí a la reconciliación, sí a la esperanza eterna. Por eso, cada promesa bíblica encuentra su plenitud en Él. Cuando usted lee una promesa, recuerde que Cristo mismo la respalda; y el Espíritu Santo sella esa certeza en nuestros corazones, dándonos convicción y consuelo mientras esperamos el cumplimiento visible.


Conclusión

Amigos, crean con todo su corazón que Dios será fiel a Su Palabra. Él nunca falla. Aunque la espera se haga larga y las circunstancias parezcan contradecir lo prometido, el carácter inmutable de Dios, Su bondad que no niega lo verdaderamente bueno y la obra consumada de Cristo nos aseguran que Sus promesas permanecen. Aferrémonos a ellas con fe, oremos sobre ellas y meditémoslas día y noche. En el tiempo oportuno veremos cómo Su fidelidad se manifiesta una y otra vez, para Su gloria y para nuestro gozo.

Acuérdate de Dios en los días de tu juventud
El Rey que lo dejó todo por amor