El perdón es uno de los temas más profundos y necesarios en la vida de todo ser humano. No importa si somos creyentes o no, tarde o temprano enfrentamos situaciones en las que alguien nos hiere, nos decepciona o nos trata de manera injusta. Cuando esto sucede, guardar rencor se convierte en una carga que afecta directamente nuestra mente y nuestro corazón. Perdonar no significa olvidar de inmediato, sino decidir soltar aquello que nos ata, para que nuestra vida no se detenga ni se amargue.
Cuando tenemos problemas con nuestros compañeros o nuestros seres queridos y no los perdonamos, esto se convierte en un problema grande cada día nos atormenta en nuestras vidas.
Nuestras mentes siempre estarán turbadas porque tenemos algo pendiente, y nuestro corazón se sentirá con dolor y hasta que nosotros no perdonemos, este dolor seguirá amargando nuestros corazones.
Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Marcos 11:25
Esto de perdonar y pedir perdón es algo que a muchos no les gusta, el perdón no es solo para aquellos que están en la fe sino que también los no creyentes tienen que ajustarlo en cada una de sus vidas.
Tenemos que saber que hubo alguien que fue maltratado, golpeado y crucificado en aquella cruz por cada uno de nosotros, y aún así Él nos perdona. Él no nos rechaza sino que nos dice que perdonemos a todo aquellos que nos hacen mal y que amemos a todo aquel que nos engaña.
Si nuestro Señor tiene misericordia de todos nosotros, ¿por qué nosotros no podemos tener misericordia de los demás?, ¿quiénes somos nosotros delante de aquel que es el Todopoderoso?.
Debemos ser humildes y actuar con madurez, y ser responsables en todo lo que hagamos, que si cometemos un error debemos enmendarlo, y pedir perdón a todo aquel que hemos ofendido.
Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas. Marcos 11:26
Como seres imperfectos que somos debemos perdonar a todo aquel que nos engaña, aquel que hace maldad, al que nos juzga, al que nos golpea.
Pero tenemos uno que es justo y ve todas las cosas que los seres humanos hacemos, aunque aveces pensamos que no hay alguien que nos mira.
No es bueno que seamos ignorantes ante cada unas de estas cosas, el mismo Jesús decía que si nosotros no perdonamos, tampoco nuestro padre que está en el cielo nos perdonará y esto es porque nosotros no tenemos misericordia por los demás. Es bueno que tenemos un Dios que ve todo esto y Él nos perdona, entonces nosotros debemos perdonar a todo aquel que nos falte.
Les dejaremos con esta cita Bíblica, y perdona para que seas perdonado:
Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma,
y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente;
y a tu prójimo como a ti mismo.
Lucas 10:27
Perdonar no es una opción secundaria, es una necesidad para vivir en paz. La ciencia misma ha demostrado que quienes perdonan reducen sus niveles de estrés, ansiedad y depresión. El resentimiento, por el contrario, debilita nuestras defensas y nos hace más vulnerables a enfermedades. Jesús, con su enseñanza, nos muestra que el perdón es una medicina espiritual que libera no solo al ofensor, sino principalmente al ofendido. Al perdonar, dejamos de ser esclavos del pasado y aprendemos a vivir un presente más liviano y esperanzador.
También es importante destacar que el perdón no significa permitir abusos ni justificar malas acciones. Perdonar no es lo mismo que reconciliarse; en algunos casos, la reconciliación no es posible ni recomendable. Sin embargo, el perdón siempre es necesario porque sana el corazón de quien lo concede. En ese sentido, el perdón es un regalo que nos damos a nosotros mismos, ya que nos permite avanzar sin cadenas y mantenernos firmes en la fe.
El mandamiento de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo nos recuerda que no podemos vivir una vida plena si nuestro corazón está cargado de odio o resentimiento. Cuando decidimos perdonar, imitamos el carácter de Dios y dejamos que su amor fluya en nuestras relaciones. De esa manera, mostramos al mundo que seguimos a Cristo no solo con palabras, sino también con hechos concretos que reflejan compasión y misericordia.
En conclusión, el perdón no es fácil, pero es posible con la ayuda de Dios. Cada vez que perdonamos, damos un paso hacia la libertad y la verdadera paz. Recordemos siempre que, así como queremos recibir misericordia, también debemos aprender a darla. El perdón es el camino para vivir en armonía con Dios, con los demás y con nosotros mismos.