Es muy importante que cuando tengamos un compromiso por cumplir, ser responsables con cada unas de las cosas que nos asignan. En este caso podemos hablar de un trabajo que tenemos.
Cuando nos asignan una responsabilidad debemos de cumplir para que no se nos llame a la atención, y no solo en nuestros trabajos, sino que donde quiera que nos encontremos seamos sabios y actuemos responsablemente.
En esta ocasión vamos hablar de un tema muy importante y que nos menciona la palabra de Dios, y que debemos cumplir cuando se nos da algo. Trata sobre la parábola de los talentos que se les fueron repartidos a cada uno según su capacidad:
Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. Mateo 25:14
En esta parábola Jesús habla de un hombre que se fue lejos y le dejó sus bienes a sus siervos.
Aquí Jesús comienza a hablar de Él mismo, diciendo que este hombre se fue por un tiempo y que dejó sus bienes para que fueran administrados por sus siervos:
A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.
Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
Mateo 25:15-19
Cada uno de ellos multiplicó los talentos que les fueron dejados, el de los 5 los multiplicó, el que le fue entregado 2 también los duplicó:
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Mateo 25:20-23
Sin embargo, al que le entregaron uno solo fue y lo enterró. Entonces cuando su señor llegó preguntó qué hicieron con los talentos que les fueron entregados:
24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Mateo 25:24-30
Es importante que cuando se nos entrega algo seamos administradores buenos y responsables, este hombre, a pesar de que solo se le entregó un solo talento no hizo lo que debía hacer, sino que fue y lo enterró, si se te entrega algo en tus manos sé buen administrador, sin importar lo poco que se te entregue, no seas como este hombre que fue y lo enterró, esa no es la mejor decisión que podemos tomar, mejor cumple y sé responsable en todo lo que se te mande.
La enseñanza de esta parábola es clara: Dios nos ha entregado talentos, dones y oportunidades, y espera que los usemos con sabiduría y diligencia. Un talento en aquellos tiempos era una medida de dinero de gran valor, pero en el contexto espiritual, también representa nuestras capacidades, recursos, tiempo y todo lo que hemos recibido. Cada persona, según su capacidad, tiene la oportunidad de administrar lo que Dios le da para el bien propio y de los demás.
La responsabilidad no se mide por la cantidad que se nos otorga, sino por lo que hacemos con ella. Algunos tienen más oportunidades, otros menos, pero todos tenemos algo en nuestras manos. El error del siervo negligente no fue recibir poco, sino no hacer nada con lo que recibió. Esto nos enseña que no importa si nuestros recursos son grandes o pequeños: lo que realmente cuenta es cómo los utilizamos.
Hoy en día podemos aplicar este principio en muchos ámbitos. En el trabajo, por ejemplo, podemos demostrar nuestra fidelidad cumpliendo a tiempo nuestras tareas, siendo honestos con nuestros compañeros y buscando siempre dar lo mejor. En la familia, podemos administrar el tiempo que compartimos, cultivando amor, respeto y unidad. En la vida espiritual, podemos usar nuestros dones para bendecir a otros, compartir la palabra de Dios, servir en la iglesia o simplemente dar un buen testimonio en la sociedad.
Muchos creen que la fidelidad se demuestra únicamente en las cosas grandes, pero Jesús resalta que se mide en lo pequeño. “Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”, le dijo el señor a sus siervos diligentes. La verdadera promoción y la verdadera bendición vienen cuando somos fieles en lo poco. Si descuidamos las pequeñas responsabilidades, difícilmente se nos confiarán cosas más grandes.
Además, la parábola nos recuerda que llegará el momento de rendir cuentas. El señor de los siervos regresó después de un tiempo y pidió que le mostraran qué habían hecho con lo que les había dado. De la misma manera, llegará un día en que Dios nos pedirá cuentas de cómo administramos nuestras vidas, nuestras oportunidades, nuestro tiempo y nuestros talentos. Esto nos motiva a vivir con diligencia, sin pereza ni negligencia.
El miedo fue una de las razones que paralizó al siervo negligente. Muchas veces el temor a fracasar o a ser criticados nos impide dar pasos de fe. Sin embargo, Dios no quiere que enterremos nuestros talentos por miedo, sino que confiemos en Él y los pongamos a producir. Aun cuando sintamos temor, debemos recordar que la fidelidad y el esfuerzo son más valiosos que la pasividad.
Otro aspecto importante es que los talentos son para compartir y multiplicar, no para guardar. Un talento enterrado no bendice a nadie, mientras que un talento puesto en práctica puede transformar vidas. Cuando usamos lo que Dios nos da para bendecir a otros, no solo multiplicamos el recurso, sino también la influencia positiva y el impacto espiritual en nuestro entorno.
En conclusión, esta parábola nos invita a reflexionar sobre cómo estamos administrando lo que Dios nos ha confiado. ¿Estamos siendo responsables con nuestro tiempo, nuestras finanzas, nuestras habilidades y nuestra fe? ¿O estamos enterrando lo que tenemos por miedo o pereza? El llamado es a ser fieles, diligentes y responsables, entendiendo que lo que tenemos no es nuestro, sino que nos ha sido confiado. Si somos fieles en lo poco, Dios nos recompensará en lo mucho y podremos escuchar esas palabras tan esperadas: “Bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.