La paciencia es una de las virtudes más mencionadas en la Biblia y también una de las más difíciles de practicar en nuestro día a día. Cuando hablamos de paciencia, nos estamos refiriendo a que todo lo que hacemos debe realizarse con amor, con dedicación y con una actitud serena. No debemos parecernos a aquellas personas que se enojan fácilmente por cualquier cosa, que viven con un carácter explosivo y que no saben esperar. La paciencia no significa ser débiles, al contrario, es una muestra de fortaleza interior y de madurez espiritual.
El sabio Salomón, en el libro de Proverbios, dejó grandes enseñanzas sobre este tema, y nos exhorta a desarrollar una vida marcada por la calma y la moderación. La paciencia, en este sentido, no es solo un rasgo de carácter, sino también una herramienta que nos permite evitar conflictos, resolver problemas de manera más sabia y mantener relaciones saludables con los demás.
La siguiente cita Bíblica nos dice que nosotros debemos tener paciencia para que el príncipe se aplaque.
Con larga paciencia se aplaca el príncipe,
Y la lengua blanda quebranta los huesos.Proverbios 25:15
Estas comparaciones y lecciones morales dichas por Salomón, son para aquellas personas que no tienen paciencia en nada de lo que hacen. Hay quienes nunca se detienen a reflexionar si están obrando de manera correcta, sino que continúan con su error y con sus actitudes impulsivas. Hasta que no aprendan a detenerse, a analizar su comportamiento y a reconocer sus fallas, no podrán salir de sus errores ni conocer el poder que tiene la paciencia para transformar sus vidas. Aprender a esperar, a respirar antes de actuar y a confiar en Dios nos lleva a mejores resultados en cada área de nuestra existencia.
Suavidad: para hablar sin pasión ni provocación. “La lengua blanda quebranta los huesos”. El hueso es una sustancia muy dura y sirve aquí de símil, una palabra suave ablanda los ánimos más duros y prevalece sobre los más airados hombres.
Cuando no tenemos misericordia, solemos hablar de manera ruda y agresiva, sin importar cómo se sientan los demás. Ese tipo de lenguaje daña, hiere y muchas veces destruye la autoestima de quien lo recibe. En cambio, cuando usamos palabras con suavidad y respeto, demostramos sabiduría y compasión. La dulzura en nuestras palabras no significa que seamos débiles, sino que tenemos la fortaleza de dominar nuestro temperamento.
En la vida cotidiana siempre nos encontraremos con personas difíciles: algunas fuertes y agresivas, otras más débiles y sensibles. Nuestra tarea, como seguidores de Cristo, es procurar que nuestras palabras sean de ánimo y no de destrucción. Jesús nos enseñó que debemos amar a nuestro prójimo, y eso incluye también la forma en que nos comunicamos.
Por eso, cada día tenemos la oportunidad de marcar la diferencia con un gesto amable o una palabra llena de paz. Es importante que los que tenemos la capacidad de hablar con amor y compasión ayudemos a otros a encontrar ese mismo camino. Muchas veces, un consejo dado con ternura o una palabra de aliento en el momento correcto puede cambiar por completo el corazón de una persona.
Es bueno que reflexionemos y que, antes de dirigirnos a alguien, pensemos bien lo que vamos a decir. Una palabra mal expresada puede dañar la confianza y el ánimo de una persona, pero una palabra dicha con amor puede restaurar y sanar. Salomón nos recuerda que en su tiempo existían personas que hablaban sin control ni respeto, y esa misma realidad sigue siendo evidente en la actualidad. Por eso, más que nunca, necesitamos ejercitar la paciencia y el dominio propio.
Ahora, pues, no tengáis miedo;
yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos.
Así los consoló, y les habló al corazón.
Génesis 50:21
Este versículo nos muestra cómo una palabra llena de consuelo puede traer paz y esperanza. José, en lugar de vengarse de sus hermanos, les habló con ternura y los tranquilizó. Ese ejemplo nos recuerda que la paciencia y la suavidad al hablar son capaces de quebrantar incluso los corazones más endurecidos.
En conclusión, la paciencia y la suavidad en nuestras palabras son virtudes que deben estar presentes en la vida cristiana. No se trata solamente de evitar conflictos, sino de construir una vida basada en el amor, el respeto y la compasión. Que cada día podamos pedirle a Dios la gracia de hablar con sabiduría, de tener paciencia en todo lo que hagamos y de reflejar el carácter de Cristo en cada palabra que pronunciemos.