Hay de aquellos versículos en la Biblia que poseen luz propia, en el sentido que no hay que recorrer toda la Biblia para poder entenderlos, pues, ciertamente hay muchos versos que son difíciles de entender y no se pueden interpretar por si solos, sino que hay que estudiar el contexto para ser fieles a lo que el autor ha querido decir.
Hay un verso en la Biblia que parece estar entre los más citados de nuestro siglo, el cual es Juan 3:16, también otros textos, como Filipenses 4:13, Salmo 23, Salmo 91, entre otros, parecen ser los más mencionados en nuestros tiempos. Pero también es muy cierto, que muchas veces los interpretamos de manera superflua, y no le damos el significado verdadero que le dio el autor en su momento. Pero con Juan 3:16 no sucede esto, casi todo el mundo entiende lo que quiere decir el verso, aunque quizá hayan unas que otras cosas que se nos escapen.
En Juan 3:16 se resume todo el amor de Dios por la humanidad, porque en sus cortas palabras nos da un gran detalle del <<amor>> que sintió el Padre por el <<mundo>>. Este grandioso verso dice:
Y Dios nos dio a su Hijo y todo aquel que en Él cree será salvo. En esto no hay duda, a través de la muerte de Cristo en la cruz, Dios nos dio el regalo de la vida eterna y eso nos hace estar seguros en esa promesa. Dios no es como ciertos hombres que hacen promesas que nunca pueden cumplir. Su Palabra es segura y esto nos brinda una paz que sobrepasa todo entendimiento.
En último lugar, Dios nos ha dado la vida eterna para que no nos perdamos en el infierno, para que no pasemos eternidad de eternidades sufriendo en el infierno. El amor del Padre por la humanidad es el más grande amor. Simplemente no tiene con qué compararse. Muchas personas han querido comparar el amor de una madre con el de Dios, pero no, el amor de Dios es incomparable e inigualable.