Icono del sitio Restablecidos

Si amas a Dios no aborrezcas a tu hermano

El libro de Proverbios nos ofrece principios eternos que aplican perfectamente a nuestra vida cotidiana. A través de frases llenas de sabiduría, el rey Salomón nos enseña cómo debemos actuar frente a diversas circunstancias, especialmente en nuestras relaciones con los demás. En este artículo reflexionaremos sobre un pasaje de Proverbios 25 que nos recuerda la importancia de ser compasivos, aun con aquellos que no nos tratan bien. Aprenderemos que el amor verdadero y el dominio propio son virtudes que nos distinguen como hijos de Dios y que reflejan su carácter en un mundo marcado por el egoísmo y la falta de misericordia.

Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan,
Y si tuviere sed, dale de beber agua;

Proverbios 25:21

Hoy en día vemos esto en algunas personas, que viendo su prójimo en tal situación, no les proveen ayuda porque esa persona que está necesitada, quizás aborrece. Pero aquí el libro de los proverbios nos está exhorta a que si una persona está en necesidad, le extendamos una mano amiga aunque esa misma persona se considere nuestro enemigo. Esto nos enseña no ser igual a esa persona, sino que seamos personas de bien y que les enseñemos a los que nos aborrecen a tener misericordia con nuestro los demás y amarlos con lo dice la palabra del Señor: amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Jesús era aborrecido, sin embargo, sanaba enfermedades, le daba de comer a aquel que tenía hambre, le daba de beber a aquel que tenía sed, y todas esas personas eran transformadas cuando Jesús hacía estos milagros con ellos, estas personas se arrepentían y dejaban de hacer maldad, ellos comenzaban a dar ejemplo de que conocieron a alguien que tiene amor, que provocó un cambio en ellos.

El libro de 1 Juan 4:20 nos dice que si amas a Dios y aborreces a tu hermano eres mentiroso, porque si amas a tu hermano, también amas a Dios porque Dios es amor y si no lo haces tal y como lo dice su Palabra, de nada te valió servirle por tantos años.

Por eso tratemos bien a nuestro prójimo aunque nos trate mal porque un día esta persona se dará cuenta de nuestro trato justo y luego de entender esto nos amará.

Sé sabio y actúa como hombre de bien y tu recompensa vendrá a su tiempo. Vemos como las personas arman un conflicto por cualquier cosa sin importar las consecuencias, pero tú como persona que conoce la Palabra de verdad cítala exhórtala con todo el amor que Dios ha puesto en tu corazón.

El amor al prójimo es un distintivo del verdadero creyente. No se trata únicamente de palabras o buenas intenciones, sino de acciones concretas que demuestran misericordia, bondad y compasión. Cada vez que ayudamos a alguien que nos ha ofendido, mostramos que hemos entendido el evangelio y que hemos decidido seguir el ejemplo de Jesús. Él mismo nos enseñó que debemos amar incluso a nuestros enemigos y orar por quienes nos persiguen.

Cuando practicamos estas enseñanzas, no solo estamos obedeciendo un mandato divino, sino que también estamos sembrando semillas de transformación en los corazones de quienes nos rodean. Una palabra amable, un gesto de generosidad o una muestra de paciencia puede marcar la diferencia en la vida de una persona que ha vivido en rencor o enemistad. De esa manera, contribuimos a que la luz de Cristo brille en medio de la oscuridad del mundo.

Además, vivir de acuerdo con estos principios nos da paz interior. No cargar con resentimientos ni buscar venganza libera nuestra alma y nos permite descansar en la justicia de Dios. Él se encarga de recompensar a cada uno a su debido tiempo, y nosotros debemos enfocarnos en vivir como verdaderos embajadores de su amor. Al hacerlo, damos testimonio de que Dios sigue transformando vidas y que su Palabra es una guía segura para alcanzar una vida plena.

En conclusión, el mensaje de Proverbios 25:21 y de otros pasajes bíblicos similares nos invita a vivir en amor y misericordia, incluso hacia quienes nos hacen daño. No es un llamado fácil, pero es un camino que refleja el carácter de Cristo en nosotros. Recordemos siempre que si decimos amar a Dios, debemos también amar a nuestro prójimo, porque de lo contrario nos engañamos a nosotros mismos. Que nuestras acciones hablen más fuerte que nuestras palabras, y que a través de ellas otros puedan conocer la grandeza del amor de Dios.

Cómo edificar nuestra casa sobre la roca
La huella de Dios en nuestro corazón
Salir de la versión móvil