La gran oración de Jesús por sus discípulos

¿Te has imaginado lo tierno que habrá sido esa gran oración de Jesús por sus discípulos? ¿Te imaginas al mismo Jesús orando por ti? Cuán gran privilegio tuvieron aquellos hombres. Sin embargo hay una buena noticia, y es que Jesús también oró por nosotros en aquel grato momento. Creo que nuestro más grande privilegio es que Cristo es nuestro Dueño y que Él en su eterna misericordia nos ha escogido. ¡Gloria a Dios por esto!.

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.

Juan 17:9-13

Nuestros versos a usar se encuentran en el libro de Juan, específicamente en el capítulo 17, y nos damos cuenta que Jesús hace tal oración porque ya se acercaba su muerte. Él sabía que la hora, el gran momento de dolor se acercaba, y lo último que hace es encomendar al Padre a aquellos quienes Él les ha dado.

Jesús dice en su sublime oración: «Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo». Creo que no existía una persona que conociese más las penurias que se sufren en este mundo miserable que el mismo Jesús, Él había padecido multitudes demasiado, Él sabía el precio que tenía que pagar, todos los vituperios que estaban por venir para sus discípulos, Él era un experto en cuanto a pagar el gran precio. Pero ahora ya él no estará en este mundo, sino que sus discípulos tienen una gran comisión por cumplir, un gran reto y Jesús sabía lo que habían de padecer y por eso dice al Padre: «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal» (v.15).

Jesús conoce nuestros problemas, nuestras situaciones, los peligros donde muchas veces nos vemos envueltos, y nadie más que Él conoce lo doloroso que suele ser el proceso. Pero escuchemos su hermosa voz, su hermosa oración, susurrándonos a los oídos: «Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo» (V.18). ¿Te das cuenta? Hemos sido encomendados a una gran obra y aunque pasemos lo que pasemos, quien nos ha enviado ha prometido estar con nosotros hasta el fin (Mat. 28:20).

Jesús termina su gran oración diciendo al Padre:

Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

Juan 17:26

Tenemos este gran privilegio que el mundo no tiene: Conocemos el nombre de Jesús, nos ha prometido conocerlo aún más, el amor del Padre está en nosotros». ¿Acaso esto no es grandioso querido lector».

Que el amor del Padre esté con nosotros y que la tierna voz del Varón de Dolores se escuche en cada momento de nuestras vidas.

La profundidad de la oración de Jesús

Lo que hace única esta oración es que nos revela el corazón de Cristo en un momento de gran angustia. Antes de enfrentar la cruz, en vez de enfocarse en su propio dolor, dedicó tiempo para interceder por aquellos que habían creído en Él y por los que un día creerían. Esto nos muestra su carácter compasivo y su amor sin límites. Jesús no pensaba solamente en los discípulos que lo acompañaban, sino en toda la comunidad de creyentes que surgiría a lo largo de la historia.

Esta oración es además una prueba de la intimidad entre Jesús y el Padre. Él pide por la unidad, por la protección espiritual y por el gozo de sus seguidores. Estas peticiones siguen teniendo vigencia hoy, porque los desafíos que enfrentamos como creyentes no son menores, aunque han cambiado de forma. La tentación, el sufrimiento, la persecución y la falta de fe siguen presentes, pero la intercesión de Cristo sigue siendo nuestra fortaleza.

Un llamado a la unidad y perseverancia

Uno de los puntos centrales de la oración es la unidad de los hijos de Dios. Jesús pide que seamos uno, así como Él y el Padre son uno. Este es un reto enorme para la iglesia actual, pues vivimos en un mundo fragmentado, lleno de divisiones y conflictos. Sin embargo, el deseo de Cristo es que su pueblo se mantenga firme en el amor, en la verdad y en la comunión.

La perseverancia también es un tema fundamental. Jesús pide al Padre que nos guarde del mal, porque conocía que en el mundo habría pruebas, tentaciones y ataques espirituales. Nuestra esperanza está en saber que no estamos solos, que contamos con la ayuda del Espíritu Santo y que la gracia de Dios nos sostiene en medio de cualquier circunstancia.

Aplicación práctica para nuestra vida

Meditar en esta oración nos debe llevar a reflexionar sobre nuestra propia relación con Dios. ¿Estamos viviendo como aquellos que han sido enviados al mundo? ¿Estamos caminando con la certeza de que Cristo intercede por nosotros? Saber que Jesús oró por nuestra vida nos llena de ánimo y nos impulsa a confiar en sus promesas.

También debemos valorar el privilegio de conocer a Cristo. Muchas personas viven sin dirección, sin esperanza y sin sentido, pero nosotros tenemos el regalo de haber conocido al Hijo de Dios. Esto nos motiva a compartir su amor con los demás, a dar testimonio con nuestras palabras y acciones, y a mantenernos fieles aun en medio de la adversidad.

Conclusión

La oración de Jesús en Juan 17 es un recordatorio de que no estamos solos. El mismo Hijo de Dios intercedió por nosotros y lo sigue haciendo a la diestra del Padre. Su oración nos asegura protección, unidad y gozo, aun en medio de las pruebas. Por lo tanto, vivamos agradecidos, confiados y con la certeza de que el amor del Padre permanece en nosotros.

Querido lector, cada vez que enfrentes una dificultad, recuerda estas palabras de Jesús. Él ya oró por ti, y esa oración sigue vigente. Aférrate a esa verdad y permite que la paz y el amor de Dios gobiernen tu vida cada día.

¿Decepcionado? Te invito a conocer a Jesús
Soy un cristiano, pero a veces no puedo sentir a Dios, ¿es eso normal?