Las tentaciones son aquellas pruebas que quisiéramos nunca tener en nuestro diario vivir, pero lamentablemente son parte de la experiencia de cada cristiano. A veces pensamos que la vida cristiana debería ser un camino sin dificultades, pero la realidad es que las tentaciones son el pan de cada día, y debemos aprender a enfrentarlas con las herramientas correctas. Lo sorprendente y alentador es que las tentaciones no solo llegan a usted y a mí, sino que también llegaron a la vida de Jesús en ciertos momentos de su ministerio. Esta es la buena noticia: nuestro Maestro fue tentado y pudo vencer. Por lo tanto, también nosotros, confiando en Dios, podemos tener la seguridad de que Él nos dará la victoria en todas nuestras tentaciones.
Leamos Mateo 4:
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo,
6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.
7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.
11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
Una de las señales más claras de que somos verdaderos hijos de Dios es que enfrentamos tentaciones. No podemos evitarlas por completo, pero sí podemos aprender a vencerlas. Jesús mismo nos demostró el camino. Él fue llevado por el Espíritu al desierto, no por accidente, sino como parte del plan divino. Es importante aclarar que Dios no tienta a nadie, pero permite que pasemos por pruebas para fortalecer nuestra fe y para que aprendamos a depender más de Él.
Muchas personas piensan que, por ser el Hijo de Dios, a Jesús le fue fácil resistir la tentación. Pero no debemos olvidar que Él se hizo hombre, con todas nuestras limitaciones físicas y emocionales. Tuvo hambre, sintió cansancio y conoció el dolor. Lo que marcó la diferencia fue que vivió en completa sumisión al Padre. Por eso nos enseñó que la oración es vital: “Velad y orad, para que no entréis en tentación”. Sin oración constante, nuestra vida espiritual se debilita, y terminamos cayendo en pecados que podríamos haber evitado.
Es interesante que Satanás no siempre viene con mentiras descaradas. En este pasaje, el diablo cita incluso las Escrituras. Jesús, claro que podía convertir las piedras en pan, y claro que Dios podía enviar a sus ángeles para guardarlo. Sin embargo, el propósito del maligno era desviar a Cristo del plan del Padre y hacerle actuar independientemente de Él. Lo mismo sucede hoy: muchas veces la tentación llega disfrazada de algo aparentemente bueno, pero que en realidad busca apartarnos de la voluntad de Dios.
El arma principal que Cristo utilizó fue la Palabra de Dios. Tres veces el diablo lo tentó, y tres veces Jesús respondió: “Escrito está”. Este ejemplo nos enseña que no basta con tener emociones espirituales o buenas intenciones; necesitamos estar llenos de la Escritura. Cuando el corazón está saturado de la Palabra, es mucho más difícil que caigamos en las trampas del enemigo. Por eso el salmista decía: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11).
Otro detalle hermoso del relato es que, al final de la prueba, vinieron ángeles y le servían. Esto nos recuerda que, aunque la tentación es intensa, no es eterna. Siempre tendrá un límite, y después de resistir, vendrá el consuelo y la fortaleza de parte de Dios. Las tentaciones no duran para siempre, pero el fruto de haberlas vencido permanece.
De manera que, no importa qué tipo de tentación enfrentes: orgullo, codicia, lujuria, mentira, o desánimo. Cristo ya estuvo en situaciones mucho más difíciles de las que tú y yo enfrentaremos, y Dios le dio la victoria. Esa misma victoria está disponible para nosotros hoy en día. La clave está en permanecer en oración, sujetarnos a la Palabra y depender completamente de la gracia de Dios.
Hermanos, no se desanimen. Ser tentado no significa que no seas cristiano; al contrario, es una evidencia de que estás en la batalla espiritual. Recuerda siempre que Jesús está de nuestro lado, y si Él venció, nosotros también podemos vencer. Levántate cada día con esta convicción: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Y cuando la tentación llegue, declara con fe y convicción: “Escrito está”. Así experimentarás la victoria que viene de la mano del Señor. ¡Dios te bendiga!