Esta es una pregunta que ha sido debatida a lo largo de la historia de la iglesia y que todavía genera inquietud en muchos creyentes. Algunos piensan que el ministerio debe ejercerse sin recibir nada a cambio, mientras que otros consideran que el sustento económico es justo y necesario para que el siervo de Dios pueda dedicarse de lleno a la obra. La Palabra de Dios nos ofrece principios claros que nos ayudan a entender este asunto.
El ministerio pastoral como un llamado divino
En primer lugar, debemos reconocer que el ministerio pastoral no es un simple oficio humano, sino un llamado divino. El pastor carga con la responsabilidad de guiar al rebaño, alimentar a la congregación con la Palabra, aconsejar, orar, visitar, consolar y, sobre todo, ser un ejemplo de vida cristiana. Todas estas labores requieren tiempo, energía y preparación espiritual. Pretender que un pastor pueda cumplir con estas exigencias mientras trabaja a tiempo completo en un empleo secular es, en la mayoría de los casos, poco realista. La dedicación exclusiva es necesaria para un ministerio saludable.
Fundamento bíblico del salario pastoral
Las Escrituras respaldan esta idea. El apóstol Pablo, en 1 Corintios 9, utiliza varios ejemplos prácticos: el soldado no va a la guerra a sus propias expensas, el agricultor come del fruto de su trabajo y el pastor que cuida del rebaño toma de la leche de las ovejas. Con esto Pablo enseña que quien ministra espiritualmente tiene derecho a recibir apoyo material. Más adelante, en el mismo pasaje, Pablo cita la ley de Moisés: “No pondrás bozal al buey que trilla”. Si incluso los animales recibían sustento mientras trabajaban, ¿no es justo que el obrero del evangelio reciba lo necesario para vivir?
En la primera carta a Timoteo 5:17-18, Pablo vuelve a enfatizar este principio al decir: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario”. Aquí vemos que la iglesia primitiva reconocía que los pastores que se dedicaban a la enseñanza de la Palabra debían ser sostenidos por la comunidad de fe.
El riesgo de confundir salario con negocio
Por otro lado, debemos aclarar que recibir un salario no convierte al ministerio en un negocio ni degrada la motivación espiritual del pastor. El problema no es el sustento, sino la avaricia. Cuando un líder busca enriquecerse a expensas de la iglesia, se desvía del modelo bíblico. Pero cuando la congregación aporta con gratitud y el pastor administra con integridad, ambos glorifican a Dios en este aspecto. El salario pastoral, entonces, no es un lujo ni un privilegio indebido, sino un medio para que el siervo de Dios viva dignamente y se concentre en su llamado.
Pastores que trabajan y pastorean
Es cierto que algunos pastores, especialmente en iglesias pequeñas o en contextos de misión, combinan el ministerio con un trabajo secular. Esto es posible y hasta loable, pero suele traer limitaciones. Preparar sermones de calidad, atender a las familias, visitar enfermos, liderar actividades y a la vez cumplir un horario laboral extenso puede llevar al desgaste y a la frustración. Cuando la iglesia madura en su mayordomía y comprende la importancia del sostén pastoral, se libera al siervo de Dios para dedicarse completamente a la obra.
Conclusión: una responsabilidad de la iglesia
En conclusión, la Biblia enseña que es justo y bíblico que un pastor reciba un salario. No se trata de un pago por servicios, sino de un reconocimiento a la labor espiritual que edifica al pueblo de Dios. Al sostener económicamente a sus pastores, la iglesia participa activamente en la extensión del evangelio, asegurando que la Palabra siga siendo predicada con fidelidad y constancia. Así como disfrutamos de los bienes espirituales, también es nuestra responsabilidad compartir los bienes materiales con aquellos que nos ministran en Cristo.