Mientras más pasan los años y nuestras sociedades se modernizan, más vemos la injusticia reinar en los gobiernos y en muchas otras áreas de la vida. El ser humano se ha caracterizado por ser injusto, y es por esto que el salmista dice en el Salmos 53 versículo 3: «Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno». La injusticia se ha practicado desde la creación, sino leamos la historia de Caín y Abel, y es natural que la injusticia haya ido evolucionando en nuestra sociedad actual.
Hoy vivimos en un mundo donde la corrupción y la falta de verdad se hacen presentes en cada rincón de la sociedad. Basta con observar los medios de comunicación y las redes sociales para darnos cuenta de cómo las malas decisiones de algunos afectan a miles de personas. No obstante, la Palabra de Dios no ignora esta realidad, al contrario, nos prepara para vivir en medio de un mundo caído con la esperanza puesta en Él.
En Eclesiastés 3 encontramos una de las reflexiones más profundas acerca de la justicia y la condición del ser humano:
16 Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad.
17 Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.
18 Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias.
19 Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad.
20 Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.
21 ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
22 Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?
Eclesiastés 3:16-22
Este pasaje nos recuerda que aunque la injusticia gobierne en la tierra, Dios tiene un plan y un propósito que trasciende todo lo que vemos. Nos invita a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y la importancia de actuar con rectitud mientras tenemos la oportunidad.
1. En la tierra no hay justicia
Es normal saber que muchos de nuestros gobiernos no hacen la verdadera justicia, también sabemos que al día de hoy hay muchas personas presas porque el juez de tal ciudad fue comprado por una persona con muchas riquezas que no quería ir a la cárcel y perder su buena reputación. También es cierto ver cómo muchos negociantes alteran sus productos, aun siendo esto ilegal. Y si seguimos mencionando más injusticias que pasan en este mundo no terminaríamos el día de hoy, y Salomón vio eso en aquel entonces.
Ejemplos de injusticia sobran: trabajadores explotados que no reciben un salario justo, mujeres y niños que sufren violencia, jóvenes engañados por promesas falsas de éxito fácil, y personas inocentes acusadas de delitos que no cometieron. Todo esto es evidencia de que el hombre sin Dios se corrompe rápidamente. La Palabra de Dios nos advierte de esto para que no pongamos nuestra esperanza en sistemas humanos, sino en el Reino eterno de Cristo.
2. Tanto al justo como al injusto juzgará Dios
El ser humano vive como si nunca fuera a tener que dar cuenta por sus actos, sin embargo, la Biblia nos demuestra que todos estaremos un día delante de Dios, tanto el justo como el injusto. Algún día, todas las personas que han hecho injusticia comparecerán ante el tribunal divino de Cristo:
Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo.
2 Corintios 5:10
Esto nos recuerda que, aunque hoy parezca que los injustos prosperan y los justos sufren, un día Dios pondrá todo en orden. Cada acción, cada palabra y cada pensamiento serán juzgados. Nadie escapará de este momento. Esta verdad debería llevarnos a vivir con reverencia, sabiendo que nuestras decisiones tienen un peso eterno.
El juicio de Dios no es como el de los hombres. Mientras los tribunales humanos pueden ser sobornados, el tribunal de Cristo será absolutamente justo. Allí no valdrán excusas, ni influencias, ni riquezas, sino lo que hayamos hecho en obediencia a su Palabra.
3. El hombre es semejante a una bestia
Examinando el contexto del verso nos damos cuenta que tanto el impío como el justo es semejante a una bestia, ¿Por qué? El mismo capítulo lo dice:
19 Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad.
20 Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.
21 ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
22 Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?
El autor de Eclesiastés compara la fragilidad del hombre con la de los animales, mostrando que ambos comparten el mismo destino: la muerte. Esto nos enseña humildad, nos recuerda que no somos eternos en la carne, y que la única diferencia real radica en la esperanza que tenemos en Cristo. Mientras los animales perecen, el hombre tiene la oportunidad de buscar a Dios y asegurarse una vida eterna con Él.
Si no reconocemos nuestra dependencia de Dios, terminamos viviendo como bestias, guiados solo por instintos, sin propósito eterno. Pero cuando aceptamos que nuestra vida depende del Creador, descubrimos que hay algo más allá de este mundo: una herencia incorruptible y eterna.
Conclusión
La vida del hombre llega y temprano se va. No vivimos una eternidad aquí en la tierra, la vida del hombre es como la hierba que prontamente es secada y echada al fuego. Vivamos una vida haciendo justicia a los demás, viviendo para Dios, amando a nuestro prójimo y pidámosle a Dios que nos ayude cada día más a ser como su Hijo Jesús.
Recordemos que la injusticia puede dominar en el presente, pero la justicia de Dios prevalecerá en el futuro. La esperanza del cristiano no está en las leyes humanas ni en los gobiernos de turno, sino en Cristo, quien es el único Juez verdadero. Que cada día busquemos agradarle con nuestras acciones, demostrando amor, bondad y rectitud, sabiendo que en Él está nuestra recompensa eterna.