¿Le sirves a Dios por lo que te puede dar o por lo que Él es?

En este artículo damos una explicación de algo que está pasando en este tiempo y que la Palabra dice que surgía en aquellos tiempos, y es que en esa época, la multitud caminaba con Jesús, unos por alimentos, otros por sanidades, otros porque tenían demonios, y otros por la salvación de sus almas.

Es importante destacar que el ministerio de Jesús atraía multitudes, pero no todos tenían la misma motivación al acercarse a Él. Algunos buscaban un beneficio inmediato, otros deseaban ver milagros, y unos pocos anhelaban la transformación espiritual que solo el Hijo de Dios podía otorgar. Esa misma realidad se repite en la actualidad: muchas personas se acercan a Dios solo en tiempos de necesidad, pero olvidan mantener una relación constante y genuina con Él.

Nuestro artículo de hoy está basado en la historia de los diez leprosos:

11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos

13 y alzaron la voz, diciendo: !!Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!

14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,

16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.

17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?

18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?

19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

Lucas 17:11-19

Noten como solo uno de los diez que fueron sanados hombre volvió a Jesús, se postró y dio gracias. Jesús le preguntó por los otros nueve. Aquí podemos ver que muy pocos agradecen a Dios, la mayoría cuando recibe un milagro solo se aparta. Pero este hombre fue agradecido, regresó y dio gracias a Dios.

Este pasaje nos enseña una lección muy profunda: no basta con recibir la bendición de Dios, también debemos reconocer al Dador de esas bendiciones. La ingratitud es un mal que afecta a muchas personas, pues olvidan que toda buena dádiva viene de lo alto. El samaritano no solo recibió la sanidad física, sino que al volver a glorificar a Dios, recibió también una confirmación espiritual: “tu fe te ha salvado”.

Hoy en día, muchas personas reciben milagros, sanidades o provisiones, pero se olvidan de dar gracias. Prefieren seguir con sus vidas como si Dios no hubiera intervenido. Sin embargo, la gratitud sincera abre puertas mayores, pues el corazón agradecido es capaz de reconocer que sin la ayuda del Señor nada se podría lograr.

En el día de hoy las personas solo buscan una bendición terrenal pasajera (salud, comida, etc) y al lograr esa bendición, solo se apartan. Y se olvidan de buscar la salvación, que es eterna.

Esto refleja una verdad muy importante: lo temporal siempre se desgasta, pero lo eterno permanece. La salud, el dinero o el alimento son necesarios, pero no garantizan la vida eterna. En cambio, la salvación que Jesús ofrece permanece para siempre y cambia nuestra vida por completo. Por eso, es fundamental que no pongamos nuestra mirada únicamente en lo material, sino en lo eterno que Dios nos ofrece.

Cada persona debería preguntarse: ¿qué me motiva a buscar a Dios? ¿Lo busco solo cuando necesito algo, o porque entiendo que Él es digno de toda mi adoración? El samaritano agradecido es un ejemplo de cómo debemos actuar: no conformarnos con recibir, sino regresar a los pies de Cristo y reconocer que Él es el Señor de nuestras vidas.

Es de suma importancia que busquemos a Dios no por lo él nos pueda dar, sino por lo que Él es. Es bueno que nuestro servicio a Dios sea voluntario y con amor, sin esperar nada a cambio. Dios te bendiga.

El agradecimiento es una virtud que transforma el corazón y fortalece la fe. Cuando somos agradecidos, demostramos que confiamos en que Dios sabe lo que es mejor para nosotros. Incluso en medio de pruebas o dificultades, un corazón agradecido mantiene la esperanza en que Dios tiene el control. Esa es la verdadera fe que agrada al Señor.

En conclusión, la historia de los diez leprosos nos recuerda que no todos los que reciben milagros deciden agradecer. Nueve recibieron la sanidad, pero solo uno recibió además la salvación porque supo regresar a Jesús con gratitud. Que nuestra vida sea como la de ese samaritano: llena de reconocimiento, fe y amor sincero hacia Dios. Así, no solo veremos su mano obrando en lo cotidiano, sino que también aseguraremos lo más importante: nuestra salvación eterna en Cristo Jesús.

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