¿Dios se olvidó de mí?

Dios aborrece las actitudes que cometemos pero Él nunca nos olvida. Es más fácil una madre olvidar su hijo que Dios olvidarse de nosotros. Le gente tiene la costumbre de decir que Dios se olvida de uno cuando algo sale mal o cuando Dios no responde de inmediato. Pero el problema es precisamente porque queremos que las cosas se hagan a nuestro tiempo y a nuestra manera y olvidamos que Dios es quien sabe qué es lo que nos conviene y cuál es el momento correcto para cada cosa.

Es normal que en medio de una crisis, una enfermedad o una pérdida, surjan preguntas como: “¿Dónde está Dios?” o “¿Por qué no me escucha?”. Sin embargo, debemos recordar que nuestro Padre celestial es fiel y no actúa por impulso ni por emociones. Él tiene un propósito eterno en todo lo que permite, y aunque no lo entendamos en el momento, con el tiempo veremos cómo su plan era perfecto desde el principio.

Dios actúa en el tiempo correcto, no en el tiempo de nosotros. En el momento correcto todo irá a acontecer, todo fluirá en el tiempo de Dios, pues el tiempo de Dios es diferente al nuestro. Y cuando pensamos que todo está perdido, entonces Dios llega y muestra la solución. Ahí es cuando nos acordamos que todo es en el tiempo de Él, no en el nuestro.

La Biblia dice en Eclesiastés 3:1: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. Este pasaje nos recuerda que incluso las lágrimas, el dolor, la espera y la incertidumbre tienen un propósito en la voluntad de Dios. Él ve más allá de lo que nosotros podemos ver, y por eso debemos aprender a confiar, incluso cuando no entendemos.

Dios no se olvidad de nosotros. Somos nosotros los que nos olvidamos de Él. Muchas veces lo sustituimos por algo inútil y perecedero. La verdadera alegría que tenemos en Él la cambiamos por falsas alegrías que solo alegran nuestra carne por un momento. Y así cometemos el error de decir que Él se olvidó de nosotros.

Cuando nos alejamos de Dios, perdemos la paz verdadera y comenzamos a buscar satisfacción en cosas pasajeras como el dinero, el entretenimiento, las redes sociales o las opiniones humanas. Sin darnos cuenta, dejamos de orar, dejamos de leer su Palabra y dejamos de agradecer. Y entonces, cuando todo nos sale mal, culpamos a Dios en vez de mirar hacia adentro y reconocer que fuimos nosotros quienes lo dejamos a un lado.

Independientemente de si estamos pasando por un momento de bendición o de dificultad, debemos glorificarle y mostrarle nuestro amor. Si importar la situación debemos amar y respetar a nuestro Señor porque Él nunca se olvidará de los suyos.

La gratitud es una llave espiritual que abre puertas. Cuando adoramos a Dios en medio del dolor, estamos demostrando que nuestra fe no depende de las circunstancias. Muchos hombres y mujeres de fe fueron probados, como Abraham, José o David, y aunque vivieron momentos difíciles, su confianza en Dios los llevó a experimentar grandes victorias. Nosotros también podemos hacerlo si permanecemos firmes.

Si estás pasando por un momento de dificultad o dudas pensando que Él se olvidó de ti por no responderte en el momento que quieres, recuerda que cuando Él está en silencio es porque está trabajando. Y es verdad. A veces es difícil tener que esperar una respuesta de Dios, pero es necesario, porque los planes de Él son mejores que los nuestros.

Puede que estés orando por una sanidad, por un empleo, por un hijo o por una respuesta específica y no veas resultados, pero eso no significa que Dios no esté obrando. Su silencio no es ausencia, es preparación. Tal vez Él está alineando personas, lugares y tiempos para que todo salga mejor de lo que pediste. Como dice Isaías 55:9: “Mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

Acuérdate de Él siempre. Dale la gloria por todo. Por lo bueno, por lo malo. Job, un hombre que tuvo mucha abundancia dijo en su momento más difícil: ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?. Job era próspero pero sabía que también podría pasar por situaciones difíciles y gracias a su pensamiento, en su momento más difícil lo que hizo fue glorificar a Dios.

El ejemplo de Job es uno de los más poderosos en toda la Biblia. Él perdió a sus hijos, su riqueza y su salud, pero nunca maldijo a Dios. Al contrario, dijo: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. Esta actitud demuestra que la fe verdadera no depende de lo que recibimos, sino de quién es Dios para nosotros. Y eso es lo que debemos imitar en nuestra vida diaria.

Que esta reflexión nos ayude a pensar y confiar siempre en Él.

Hoy más que nunca debemos recordar que Dios sigue en control. Aunque el mundo parezca caótico, su amor sigue siendo eterno, su misericordia se renueva cada mañana y su fidelidad no falla. No importa lo que estemos viviendo, Él sigue siendo nuestro refugio, nuestro pastor, nuestro consuelo y nuestra esperanza segura.

Si permanecemos cerca de Él, oramos sin cesar y confiamos en su Palabra, veremos cómo su fidelidad se manifiesta en cada detalle de nuestra vida. No te rindas, no te desesperes. Dios no se ha olvidado de ti, simplemente está escribiendo una historia mucho mejor de la que tú habías imaginado.

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