
La vida de un creyente está formada por múltiples escenarios, y sin duda alguna uno de ellos es la «aflicción«, de la cual todo creyente en este mundo es partícipe, y Dios de una u otra forma usará este medio como una clase de instrumento para moldearnos a la imagen de Cristo, puesto que este es el propósito principal de Dios en la aflicción.
Pero el punto no es solo sentirnos afligidos, el punto es que muchas veces vemos a Dios lejos de nuestra aflicción, y no solo nosotros sentimos eso sino que los antiguos también tuvieron que luchar con esto.
No podemos juzgar a personas que le dicen este tipo de cosas a Dios, como lo hizo el profeta Jeremías, puesto que en nuestra humanidad podemos sentir hacer esto. Estoy seguro que cada creyente de Dios ha pasado por un momento como el que pasó Jeremías, un momento de dolor, de sufrimiento, de estar desilusionado, de sentirse traicionado, de cuestionar a Dios; ¡si! todos hemos pasado momentos tales, en los cuales deseamos la muerte, en los cuales creemos no econtrar salida a nuestro problema y peor aún, momentos en los cuales pensamos que Dios se ha olvidado de nosotros.
Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;
para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.
Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.
Hechos 17:26,27,28
Es cierto que en nuestra humanidad muchas veces pensamos que Dios nos ha abandonado, pero junto creamos esto: «ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros». Dios está en nuestra aflicción, y el proceso nos ayudará a madurar más nuestra fe y animo en el Señor.