Las imágenes tradicionales de Jesús que se tienen al día de hoy son derivadas de una serie de obras de arte famosas, incluyendo The Last Supper de Leonardo da Vinci y Cristo Crucificado de Diego Velázquez. Como consecuencia, Jesús es a menudo pintado como alto, de piel clara y con cabello largo y lacio. Sin embargo, la realidad es que los hombres de Galilea – ahora el norte de Israel – del tiempo de Jesús no se parecen a esa imagen en nada.
Este contraste entre el Jesús histórico y el Jesús representado en el arte occidental ha sido tema de debate por siglos. Es importante recordar que las pinturas surgieron muchos siglos después de su muerte y, en la mayoría de los casos, respondían a las tradiciones culturales de Europa. Así, más que un retrato fiel, eran expresiones artísticas que buscaban transmitir espiritualidad y devoción. Esto explica por qué muchas imágenes reflejan los rasgos físicos de europeos medievales o renacentistas en lugar de semitas del siglo I.
Para ayudar a aclarar el misterio de cómo Jesús podría haber lucido, en el 2002 un experto en reconstrucción facial forense y ex artista médico de la Universidad de Manchester llamado Richard Neave recreó el rostro de un típico residente de la región donde vivía Jesús en el primer siglo de la era cristiana.
Trabajando con arqueólogos israelíes, Neave obtuvo tres cráneos galileos semitas que fueron encontrados en el área alrededor de Jerusalén. Luego utilizó tomografía computarizada para crear imágenes de cortes transversales en 3D de estos cráneos, lo que reveló su estructura completa. Esto permitió al programa de computadora generar un bosquejo de cómo lucirían los rostros con piel, dando un enfoque científico a un tema que durante siglos había estado en el campo del arte.
Armado con esta información, Neave pudo construir un molde 3D de un cráneo típico de un hombre de la región y del tiempo de Jesús. Se agregaron capas de arcilla, de acuerdo con la información precisa suministrada por un programa de computadora diseñado para determinar el espesor del tejido blando en ciertos puntos del rostro humano.
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— Naij.com (@naijcom) diciembre 11, 2015
Mientras esto permitió a Neave producir un modelo de cómo podría haberse visto el rostro de Jesús, él y su equipo tuvieron que confiar en dibujos antiguos encontrados en sitios arqueológicos a través de la región para estimar la apariencia de su cabello, ojos y tono de piel. El producto final, que se ha difundido ampliamente en medios y documentales, muestra a un hombre de piel más oscura, cabello rizado y facciones semitas, muy distinto a las representaciones occidentales.
Naturalmente, esto no debe ser tomado como un modelo histórico definitivo de cómo se veía Jesús, pero sí representa una aproximación científica basada en datos arqueológicos y forenses. Al final, lo importante no es conocer cómo lucía físicamente, sino saber que vino al mundo para cumplir una misión: morir en la cruz para la redención de nuestros pecados. Esta verdad trasciende cualquier detalle físico y es el fundamento de la fe cristiana.
De todas formas, algún día los creyentes tendrán el privilegio de ver su rostro en la eternidad. Por ahora, estas investigaciones nos invitan a reflexionar no solo en la historia, sino en la profundidad espiritual del mensaje de Cristo. Más que buscar una imagen perfecta, debemos buscar vivir conforme a sus enseñanzas y su ejemplo, porque lo que realmente cambia la vida no es cómo se veía Jesús, sino lo que hizo y lo que significa para nosotros hoy.