La Semana Santa es una semana donde se conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Como ya habíamos visto en un post anterior, la celebración varía entre marzo y abril dependiendo del año.
Origen de la celebración de la Semana Santa
Cristo fue crucificado y resucitó durante la semana de la Pascua judía. La Pascua judía conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto. Los primeros cristianos (que eran judíos), celebraban la Pascua de Resurrección a la par cronológica que la Pascua judía (Pésaj). Pésaj comienza el 15 del mes de Nisan, que generalmente cae en el mes de abril del calendario gregoriano. El 15 de Nissan comienza en la noche de luna llena después del equinoccio vernal.
Para asegurarse de que Pésaj no comenzara antes de la primavera, la tradición judía indicaba que el primer día de Nisan no podía iniciar hasta que la cebada estuviera madura, siendo este el indicador del inicio de la primavera. Si la cebada no estuviera madura, u ocurriesen otros fenómenos, esto era señal de que la primavera no era inminente; entonces se declaraba un año bisiesto e intercalaba un mes extra, el mes de Adar II. Con el paso del tiempo, a partir del siglo IV, la fecha comenzó a fijarse matemáticamente y ya no dependía de las condiciones agrícolas o climáticas.
En el año 325, el Primer Concilio de Nicea separó la celebración de la Pascua judía de la cristiana, quitando a esta última los elementos hebreos, pero dejando el carácter móvil de la fiesta, ya que Jesucristo resucitó durante la Pascua hebrea. También estableció que la Pascua cristiana se celebraría el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Por esta razón la fecha de la pascua puede variar entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
La celebración de la Semana Santa se lleva a cabo desde los primeros siglos luego de la muerte de Cristo. Según el Doctor en Historia Rodrigo Moreno Jeria (director del Departamento de Historia y académico de la Facultad de Humanidades de la Universidad Adolfo Ibáñez), los registros que existen de estas festividades provienen desde el siglo IV:
Existe un relato de una peregrina que se llamaba Egeria, donde cuenta su visita a Tierra Santa. Es la primera que relata las características de los Vía Crucis, cómo era la práctica devocional que ya existía. Ahí todavía era Imperio Romano, o sea, el Cristianismo recién post Constantino.
Como vemos, la celebración de la Semana Santa, con sus ritos y costumbres, es una fiesta católica romana. No obstante, aunque muchos de sus elementos litúrgicos no tengan sustento bíblico directo, para nosotros los cristianos evangélicos puede ser un período valioso para recordar con mayor devoción el sacrificio de nuestro Señor Jesús.
Más allá de las tradiciones humanas, lo central de este tiempo debe ser el mensaje de la cruz y de la tumba vacía. El apóstol Pablo escribió: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3-4). Esto nos recuerda que la esencia de la Semana Santa no está en las procesiones, imágenes o rituales, sino en el hecho histórico y espiritual de que Jesús entregó su vida y resucitó victorioso.
Este tiempo también debe invitarnos a reflexionar sobre nuestra propia vida cristiana. ¿Estamos viviendo como testigos de la resurrección? ¿Llevamos el mensaje de esperanza a otros? Es común que la sociedad convierta esta semana en sinónimo de vacaciones o descanso, y aunque el descanso es necesario, no podemos perder de vista el verdadero propósito. Cada día de la Semana Santa puede convertirse en una oportunidad para orar más, leer la Biblia en familia y compartir con otros el mensaje del evangelio.
Los creyentes podemos aprovechar la solemnidad de estos días para predicar a Cristo, especialmente a quienes solo piensan en lo superficial. La cruz nos recuerda el precio de nuestra redención y la resurrección nos asegura la victoria eterna. Como dijo Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Esta promesa es el corazón de nuestra fe.
En conclusión, aunque la Semana Santa tenga un origen histórico con elementos añadidos por la tradición, sigue siendo una oportunidad para volver la mirada al Calvario y celebrar que la tumba está vacía. Para los evangélicos no se trata de celebrar con ritos, sino de vivir cada día con la certeza de que nuestro Salvador murió y resucitó por nosotros. Que esta semana no sea solo un calendario litúrgico, sino una experiencia de gratitud, fe y renovación espiritual.