Al Señor cantaré alabanzas del corazón, porque me ha hecho libre

Somos libres y victoriosos, porque la mano del Señor nos sostiene día tras día. Grande son Sus obras y sus maravillas permanecen por todos los siglos. Amén.

Cantemos alabanzas a nuestro Dios poderoso, cantemos a Él con gran júbilo porque el Señor nos ha hecho bien, porque Sus misericordias se hacen nuevas cada día. Dios está con nosotros.

Alabemos a nuestro Dios porque Él es santo, exaltémosle de corazón con canto y regocijados porque Su grandeza es para siempre, Sus maravillas no se acaban y Sus obras hablan de lo grandioso que es nuestro grande y poderoso Dios. Él es alto y Sublime y todas las naciones se postran y cantan a Su glorioso nombre.

Todos los pueblos, todas naciones han podido ver las manos de Dios sobre ellos, han visto Sus obras manifiestas y Su poderío ha defendido al justo. ¿Quién como nuestro Dios? Solo Él es digno de toda adoración de que todo pueblo, lengua y nación, todos reyes y gobernantes alaben Su nombre para siempre.

Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; Y su grandeza es inescrutable.

Salmos 145:3

En el versículo anterior podemos ver la declaración en adoración que hace el autor en este pasaje. Nuestro Dios es grande y es por eso que no debemos dejar de dar gloria y pleitesía, de honrar Su nombre por todos los siglos, ya que todos fuimos creados para adoración de Su santo nombre.

¿Quién es este que se merece toda gloria y alabanza? Este es nuestro Dios que mora en las alturas de los cielos. Aquel que mira desde los cielos, y que sus grandiosas manos sostienen el mundo, las estrellas, la luna y el sol.

Cada respiración que tenemos es motivo suficiente para dar gracias al Señor. El simple hecho de despertar cada mañana es una evidencia de Su bondad, pues Su misericordia se renueva sobre nosotros. La vida no es un derecho adquirido, sino un regalo del Creador, y por eso debemos reconocerlo en todos nuestros caminos. Un corazón agradecido siempre encuentra motivos para alabar.

Las Escrituras nos muestran múltiples ejemplos de hombres y mujeres que exaltaron a Dios en medio de diversas circunstancias. David, por ejemplo, no solamente cantó cuando estaba en victoria, sino también en momentos de angustia. Sus salmos son un testimonio vivo de que, aun en la aflicción, la alabanza abre camino a la esperanza y a la confianza en Dios.

Así también, el pueblo de Israel aprendió a cantar cánticos de victoria después de cruzar el Mar Rojo, cuando vieron la mano poderosa de Dios librándolos de la esclavitud de Egipto. Esta historia nos recuerda que nuestras alabanzas deben estar fundamentadas en la fidelidad de un Dios que nunca falla.

Cuando levantamos nuestras voces en adoración sincera, no solo proclamamos la grandeza de Dios, sino que también fortalecemos nuestra fe. Al recordar Sus maravillas pasadas, nuestro corazón se llena de confianza para creer que también obrará en nuestro presente y futuro. Por eso, adorar no es una opción, sino una necesidad espiritual que alimenta nuestra vida interior.

Además, la adoración no se limita a los cantos que elevamos en la congregación. Es también un estilo de vida, un reflejo de lo que creemos y practicamos. Honrar a Dios con nuestras palabras, pero también con nuestras acciones, es una forma completa de adoración. Ser agradecidos, amar al prójimo, ser justos en nuestras decisiones y fieles en lo poco, son maneras de rendir homenaje al Señor.

Querido lector, al reflexionar en estas palabras, pensemos en la invitación constante que la Biblia nos hace: “En todo tiempo bendeciré a Jehová; su alabanza estará de continuo en mi boca” (Salmos 34:1). Que esta sea nuestra meta diaria, vivir en gratitud, confiados en el Dios que sostiene el universo y que también cuida de nosotros con amor eterno.

Concluyamos diciendo que toda la creación proclama la gloria de Dios. El cielo, las estrellas, el mar y todo cuanto existe testifica de Su poder. Nosotros, como parte de esa creación, no podemos quedarnos en silencio. Alabemos, pues, a nuestro Dios grande y sublime, sabiendo que nuestras voces se unen al coro eterno que declara: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir.

Su amor me alcanzó, ahora soy diferente
La victoria es del Señor y solo la obtienen aquellos que le siguen