Un nuevo pacto

Es obvio que para que exista un nuevo pacto debió haber uno antiguo. Les explico un poco sobre el antiguo pacto: Este se trataba de ofrecer sacrificios por los pecados mediante ciertos animales, y ciertamente estos sacrificios nunca fueron suficientes, puesto que se tenían que hacer continuamente. Por otro lado, también existía una pared entre Dios y el hombre, la cual fue creada al momento del hombre pecar, y había un sumo sacerdote quien era que se acercaba a Dios.

Ahora bien, ese pacto que acabamos de explicar fue sustituido por uno nuevo, uno mejor, uno perfecto, el cual nos permite acercarnos a Dios sin ningún problema y nos hace herederos del mismo.

El antiguo pacto era una sombra de lo que vendría, una figura que señalaba hacia Cristo. El sacrificio de animales, aunque constante, no podía limpiar completamente la conciencia del hombre, sino que recordaba al pueblo que necesitaban una redención verdadera. Este sistema revelaba la santidad de Dios y la gravedad del pecado, pero al mismo tiempo anunciaba que en el futuro llegaría un sacrificio superior, definitivo y eterno.

El autor de los Hebreos nos habla al respecto y dice:

15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

16 Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador.

Hebreos 9:15-16

En este pasaje vemos claramente que Jesús es el mediador de ese nuevo pacto. La muerte de Cristo fue el precio que se tuvo que pagar para sellar un testamento espiritual en el que todos los que creen reciben la promesa de la herencia eterna. Así como en la tierra un testamento requiere la muerte de quien lo redacta para que entre en vigor, así también el pacto de la gracia necesitó la muerte de Jesucristo para darnos acceso a la salvación.

¿Quién es mediador de un nuevo pacto? Jesucristo es ese mediador, ya que a través de su sacrificio en la cruz derrumbó esa muralla que se interponía entre nosotros y Dios, siendo un sacrificio perfecto terminó con el pecado por una vez y todas, y es por ello que el apóstol Pablo dice:

55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.

57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

1 Corintios 15:55-57

Este texto nos muestra la magnitud de la victoria de Cristo. La muerte, que parecía invencible, perdió su poder porque Jesús resucitó. El aguijón del pecado quedó desarmado y la ley ya no tiene dominio sobre los creyentes, pues la gracia nos cubre en el nuevo pacto. Lo que antes era temor y condenación, ahora se convirtió en esperanza y vida eterna.

Jesucristo a través de su muerte en la cruz y resurrección nos dio redención, formando un nuevo pacto y haciéndonos herederos de la gracia y de la salvación eterna que proviene de Dios. Esta herencia no está sujeta a corrupción ni a condiciones humanas, sino que permanece firme en la fidelidad del Señor. Por lo tanto, no es algo pasajero, sino una seguridad eterna para todos aquellos que creen en su nombre.

Nosotros podemos preguntar juntamente con el apóstol: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Debemos dar gloria a Dios por esto, porque sin nosotros merecerlo Él derrotó la muerte y su aguijón, sufriendo hasta la muerte para darnos salvación.

Hermanos, tenemos el privilegio más grande de esta tierra: Somos herederos de una herencia eterna, que no se corrompe y que nadie nos puede robar. Esta herencia no consiste en riquezas materiales, sino en la vida eterna junto a Cristo, en la plenitud de su amor y su presencia para siempre.

Conclusión

El antiguo pacto fue importante porque mostró la necesidad de un mediador perfecto, pero fue Jesús quien cumplió esa función a través de su sacrificio en la cruz. Gracias a Él ahora tenemos acceso directo al Padre, somos perdonados y hechos herederos de una promesa eterna. Por lo tanto, vivamos agradecidos, conscientes de que ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. El nuevo pacto no solo nos da esperanza, sino también nos invita a vivir una vida santa, reconociendo cada día que nuestra salvación fue comprada con la sangre preciosa de Cristo. Ese es el mayor regalo que alguien puede recibir, y es un llamado a compartirlo con otros para que también se hagan herederos de esta herencia incorruptible.

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