Hay muchos dichos hoy en día sobre la oración, tales como: «El poder del cristiano está en la oración». Yo añadiría a eso que un cristiano bien capacitado con la Biblia y el uso frecuente de la oración, está en una muy buena dirección.
Orar debe ser algo que hagamos con frecuencia, el mismo Jesús dijo: «Velad y orad, para que no entréis en tentación». Definitivamente la oración es un arma que todo cristiano debe poseer y a la vez es algo con lo que siempre tendremos una gran lucha. Recordemos cuando Jesús dijo a sus discípulos: «¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?» (Mateo 26:40).
Muchos nuevos creyentes se preguntan: «¿Cómo orar?»… Y es que extrañamente en las iglesias no se enseña a orar a las personas, y es por ello que muchas personas hacen oraciones incorrectas ante Dios y todo esto porque no saben cómo orar. ¿Sabías que en varias citas de la Biblia Jesús nos enseñó la manera correcta de orar? Y hoy vamos a estudiar una cita donde Jesús nos habló de la oración:
5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Mateo 6: 5-8
Jesús en estos versículos plasma la oración como algo totalmente privado, me refiero, como algo que no es para mostrar grandeza, como para hacer que los hombres nos alaguen por nuestras oraciones llenas de fervor y buen léxico, más bien, la oración es la oportunidad de hablar directamente con Dios, de contarle nuestros problemas, llevar ante Él nuestras causas y a veces más allá de todo esto, simplemente estar en silencio delante de Él y contemplar su hermosura.
Dijo un predicador llamado Leonard Ravenhill: «La oración es una ventana hacia la eternidad». Esto es así amados hermanos, la oración a solas con Dios es una de las mayores experiencias que podemos disfrutar como cristianos.
Jesús nos ha enseñado en estos versos que la oración solo se trata de arrojar nuestras coronas ante el único que es grande y digno, no es una escena donde tratamos de impresionar a Dios o hacer el falso intento de que los hombres noten que sabemos orar.
Esta es una de las enseñanzas que Jesús nos da sobre la oración, esperamos que de una manera u otra estas palabras les hayan servido para edificación de su comunión con el Señor.
Cuando entendemos el verdadero propósito de la oración, dejamos de verla como una simple tradición religiosa y comenzamos a vivirla como un estilo de vida. La oración no es un acto vacío ni una repetición de frases aprendidas, sino un diálogo sincero con nuestro Padre celestial. En la intimidad de la oración podemos abrir nuestro corazón y expresar lo que sentimos, sin necesidad de adornar nuestras palabras ni aparentar algo que no somos.
En la vida diaria enfrentamos luchas, preocupaciones, enfermedades, tentaciones y problemas que muchas veces parecen no tener solución. Es allí donde la oración se convierte en un refugio seguro, en un recurso indispensable para todo creyente. Al doblar nuestras rodillas reconocemos que no podemos solos y que necesitamos la dirección, la fortaleza y la paz que solo provienen de Dios. La oración fortalece la fe y nos ayuda a depender más de Dios que de nuestras propias fuerzas.
También es importante recordar que orar no significa únicamente pedir. La oración abarca acciones de gracias, adoración, confesión y súplica. A través de ella podemos agradecer por lo que ya hemos recibido, reconocer la grandeza de Dios, presentar nuestras debilidades y confiar en que Él suplirá nuestras necesidades. Una oración equilibrada no se centra en lo material, sino que busca la voluntad de Dios por encima de todo.
Otro aspecto esencial es que la oración nos transforma. No siempre cambia las circunstancias de inmediato, pero sí cambia nuestro corazón. Al orar, recibimos paz interior, aprendemos a confiar en los tiempos de Dios y comprendemos que sus planes son mejores que los nuestros. Jesús mismo, siendo el Hijo de Dios, oraba constantemente al Padre, dándonos así un ejemplo perfecto de dependencia y obediencia.
Por eso, amado lector, te animo a no descuidar tu vida de oración. Establece tiempos específicos para hablar con Dios, pero también cultiva la costumbre de mantener una comunión constante a lo largo del día. En cualquier lugar y circunstancia puedes elevar una oración sincera, y tu Padre celestial que conoce tu corazón, te escuchará. Recuerda que la oración no es pérdida de tiempo, sino la mejor inversión que un creyente puede hacer para su crecimiento espiritual y para fortalecer su relación con Dios.
En conclusión, la oración es el arma más poderosa del cristiano y al mismo tiempo el medio más tierno y cercano para estar con nuestro Creador. No importa si eres un nuevo creyente o un hermano de muchos años en la fe, siempre habrá nuevas profundidades en la oración que explorar. Que estas palabras te inspiren a orar más, a buscar a Dios con un corazón sincero y a vivir confiando en que Él escucha y responde conforme a su perfecta voluntad.