¡Derrotando al gigante que te hace la guerra!

Sin duda alguna todos recordamos la emblemática historia de David y el gigante Goliat. Esta historia desde niños nos la han enseñado y aún estando adultos hemos escuchado cientos de prédicas referentes a lo que sucedió aquel día cuando los filisteos rodeaban al pueblo de Israel y todo el pueblo temblaba delante del gigante Goliat.

La narración de David y Goliat no es solo una anécdota del pasado, es un recordatorio vivo de que los desafíos que enfrentamos en nuestra vida no son más grandes que el poder de Dios. A través de los siglos, esta historia ha sido compartida como un mensaje de fe y confianza en el Señor, demostrando que aun los problemas más enormes pueden ser derrotados cuando confiamos en el Todopoderoso.

Y es bueno recordar aquella historia, ya que dada las circunstancias del momento parecía que los filisteos tenían la batalla ganada, sin embargo, dentro del pueblo de Israel había alguien que conocía al Dios de Israel, al Dios que abrió el mar rojo e hizo cruzar a su pueblo por el Jordán en seco, aquel hombre se llamaba David, y aunque no era un gigante, este estaba revestido del poder de Dios.

El pueblo de Israel estaba aterrorizado, todos los hombres de guerra temblaban ante las amenazas de Goliat, pero David no veía al gigante con sus propios ojos humanos, sino con la fe puesta en Dios. Esto nos enseña que la diferencia entre el temor y la victoria está en la confianza que tenemos en el Señor. Mientras el resto solo veía derrota, David veía la oportunidad de que el nombre de Dios fuese glorificado.

Para todos era imposible que David pudiese derrotar al filisteo Goliat, sin embargo, en una conversación que David sostuvo con el rey Saúl le dijo:

34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada,

35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.

36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. 1 Samuel 17: 34-37

Este testimonio nos muestra que la fe de David no surgió de la nada, sino que estaba respaldada por experiencias anteriores en las que Dios lo había librado. Así también nuestra confianza en el Señor se fortalece cuando recordamos las veces que Él nos ha guardado, sanado o provisto en el pasado. Cada victoria es un recordatorio de que Dios sigue siendo fiel.

David había pasado por varias circunstancias, tales como tener que enfrentarse a un león o a un oso, y estaba consciente de que aunque Goliat era grande, el Dios a quien él servía era mucho más grande que aquel gigante que le estaba haciendo la guerra al pueblo de Israel. Y tú, ¿crees que Dios es más grande que el momento difícil por el que estás pasando? Dios es Dios y no conoce lo imposible, y debemos conocer lo poderoso que es nuestro Dios.

Los gigantes en nuestra vida pueden tomar diferentes formas: deudas, enfermedades, problemas familiares, depresión o situaciones que parecen no tener solución. Sin embargo, el mensaje de esta historia es claro: no importa cuán grande sea el obstáculo, si confiamos en el Señor, Él nos dará la victoria. El arma de David no era su honda, era su fe en el Dios vivo.

Todos recordamos lo que sigue en la historia, y es que con una piedra David pudo derrotar a aquel gigante, pero recordemos que no fue simplemente la piedra, sino el poder de Dios que acompañaba a David. Queridos hermanos, nosotros estamos revestidos del poder de Dios, solo debemos creer en Él y a su tiempo Él derribará todo gigante que nos haga la guerra.

La enseñanza final es que cuando ponemos nuestra mirada en Dios y no en el problema, Él pelea por nosotros. El triunfo de David nos motiva a no retroceder ante la dificultad, sino a avanzar con la confianza de que no vamos solos. Así como aquel joven pastor derrotó a un enemigo imposible de vencer humanamente, así también nosotros podemos vencer cualquier situación con la ayuda del Señor.

Que esta historia nos recuerde siempre que la fe es el arma más poderosa que tenemos, que el poder de Dios sigue siendo el mismo ayer, hoy y siempre, y que no hay gigante que pueda resistir cuando Jehová pelea por sus hijos. Confiemos en Él, y veremos su gloria manifestada en nuestras vidas.

Alabanza por la misericordia eterna de Jehová
Alabanza por la justicia de Dios