Derribado pero no destruido

La palabra derribado, podemos entender que es algo que fue atacado:

A) echar abajo un edificio, construcción o muros.
C) tirar al suelo a una persona, animal o cosa.
E) hacer perder el poder, dignidad o posición privilegiada.

Cada día nos encontramos con un sin número de personas, las cuales son golpeadas por diversas situaciones. Pero debemos pedirle a nuestro Dios que fortalezca nuestro vidas.

Para Dios nada es imposible, las tribulaciones ni las angustias nos pueden destruir y esto es por que Dios es quien nos sostiene en todo momento.

Destruir es convertir una cosa en pedazos

 o hacerla desaparecer por el fuego, desgastándola,

una cosa o una persona es destruirla o acabar con ella.

Aquí podemos ver el significado de esta palabra, y es que cuando tienes algo y lo destruyes, eso que tenías ya no existirá más y es porque está destruido, y esta es la razón por la que hablamos de destruir, podemos ver el caso de goliat que fue destruido por David:

Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra,

y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente;

y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.

1 Samuel 17:49

Por más grandes o pequeñas que las cosas sean, si les llegó el momento de ser destruidas así será. Como vimos anteriormente, Goliat era gigante y fue destruido por alguien de mucho menos estatura, llamado David.

También tenemos una cita Bíblica, que nos habla de esta gran verdad y que nos conduce a entender que podemos ser derribados, pero no destruidos:

que estamos atribulados en todo,

mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados;

 perseguidos, mas no desamparados;

derribados, pero no destruidos

2 Corintios 4:8-9

Es así como nos explica esta cita Bíblica, que aunque estemos pasando por momentos difíciles no nos detengamos, sigamos mirando a Cristo, porque llegará un momento de debilidad y posiblemente seremos derribados, pero no seremos destruidos, podemos seguir hacia adelante con Cristo Jesús.

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Seamos buenos ciudadanos
El gran costo de seguir a Jesús