¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!

Es importante ver cómo comienza este capítulo 5 del libro de Isaías. Este mensajero presenta una parábola de un viñedo y se refiere a Jerusalén y a Judá. El profeta dice claramente que había plantado vides escogidas y esperaba que dieran uvas, pero dieron uvas silvestres.

Con estas palabras podemos entender que el profeta hablaba de Jerusalén como la viña de la cual habla; esta es la casa de Israel. Además, está emitiendo un juicio: los hombres de Judá son su planta deliciosa. Esperaba justicia, y he aquí vileza; esperaba rectitud, y he aquí clamor.

Muchos en la antigüedad siempre ponían lo malo por bueno. Es como decir: cometí pecado delante de Dios, esto no es nada, y no me hace daño. Entonces, convierten esto en una forma de atraer a otros y hacer que sigan sus caminos. Por eso, el juicio que se emite en estos versos a continuación:

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!

Isaías 5:20

En este verso muestra las formas que usaban estos pecadores, lo que pensaban y el desorden que llevaban en su corazón, tanto que buscaban la forma de poner a otros en ese camino.

¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz! Sus mentes y corazones estaban apartados de Dios.

Este capítulo nos enseña que, si no queremos acarrear juicio de parte de nuestro Señor, debemos llamar a las cosas por su nombre. Si algo es malo, debemos decir que es malo; y si algo es bueno, debemos decir que es bueno. Así no seremos castigados.

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Mejor es tu misericordia que la vida
Dios aborrece al malo