La carta del apóstol Pablo a los romanos habla claramente acerca de por qué debemos estar tranquilos, y dejar que nuestro Dios haga como Él quiere, y es que muchas de las cosas que pasan en nuestras vidas no dependen de nosotros sino de Dios.
La afirmación anterior nos deja claro sobre lo que puede hacer Dios, a Su tiempo. Las cosas no acontecen cuando nosotros deseamos, acontecen cuando es la voluntad de Dios. Entendamos algo, dependemos de nuestro Dios.
El autor nos da un claro ejemplo cuando dice «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí», preguntando si esto es una injusticia de Dios, pero nos recuerda lo que dijo Dios a Moisés «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca» y finalmente dice:
Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
Romanos 9:16
De manera que, no hay nada en nosotros que haga que Dios se compadezca de nosotros, la misericordia de Dios no depende de nosotros, es Dios quien tiene misericordia y esta misericordia se manifiesta cuando Él quiera con quien Él quiera, y esto es confirmado en el versículo 18:
De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
Romanos 9:18
Es por eso que pedimos misericordia a Dios por nosotros, no porque seamos buenos, tampoco porque lo merezcamos, es porque somos simples y débiles humanos, propensos a fallar, y aunque intentamos ser cada día mejores, nunca olvidamos lo frágiles que somos y por eso pedimos fuerza para resistir. Señor, esperamos reunirnos contigo cuando vengas a buscar tu peblo Amén.