El amor que es dado por nuestro amado Señor Jesucristo nos ayuda a superar todo nuestro temor, nos da aliento y que ante todo nos ayuda a permanecer en Él.
Este es un amor inmenso que desciende del Padre y es irremplazable. Dios es el único que puede dar este amor, amor infinito y que permanece en nosotros.
En la Biblia nos encontramos con varios autores que hablan acerca del amor de Dios, un amor que transformó de la vida que ellos llevaban. Podemos mencionar el ejemplo del apóstol Pablo, que perseguía la iglesia de Cristo, pero cuando tuvo un encuentro con El Señor, su vida cambió: El amor de Dios llegó y lo transformó de manera tal que en vez de perseguir la iglesia de Cristo, comenzó a predicar las buenas nuevas de salvación donde quiera que iba sin importar que le costara la vida.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
para que seamos llamados hijos de Dios;
por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
1 Juan 3:1
El que Dios nos llame hijos es un privilegio muy grande. Y somos llamados hijos de Él porque Él nos dio ese gran amor. En el versículo anterior podemos aprender que el mundo no nos conoce porque el mundo no ha conocido al Padre. Nunca estas personas reconocerán a Dios.
El amor del Padre nuestro Señor es grande y maravilloso, pues se entregó por amor y misericordia y por cada uno de nosotros. Fue azotado en gran manera y colgado en un madero para que seamos perdonados y podamos conocer y permanecer en su amor eterno.