Cristo viene por Su iglesia

El capítulo 14 del Evangelio de Juan nos presenta una de las promesas más poderosas y esperanzadoras que Jesús dejó a Sus discípulos antes de su partida: la promesa de regresar por Su iglesia. En medio de la incertidumbre y el temor que embargaba a los apóstoles, el Maestro pronunció palabras que traerían consuelo y fe a todos los que le seguirían después: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). Este pasaje no solo es un mensaje de aliento, sino una declaración profética que sostiene la esperanza de cada creyente hasta el día de hoy.

La promesa de un regreso glorioso

Jesús sabía que Sus discípulos estaban llenos de angustia al escuchar que pronto partiría. Ellos habían caminado con Él, lo habían visto sanar, enseñar y transformar vidas, y ahora temían quedarse solos. Sin embargo, Cristo les aseguró que Su ausencia física no significaba abandono. Les prometió enviar al Espíritu Santo, el Consolador, para acompañarles, guiarles y fortalecerles en todo momento. Esta promesa no solo fue para ellos, sino también para cada creyente que confía en el Señor a lo largo de los siglos.

Jesús dijo: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3). En esas palabras se revela Su amor eterno, Su fidelidad y Su deseo de reunir nuevamente a Su pueblo en el Reino de los cielos. Él no se olvidó de nosotros, y cada día que pasa nos acerca más al cumplimiento de esa promesa.

El papel del Espíritu Santo en la espera

Mientras aguardamos el regreso de Cristo, el Espíritu Santo actúa como un faro en medio de la oscuridad. Él nos enseña a discernir, nos inspira a orar y nos impulsa a compartir el Evangelio. Sin el Espíritu, la fe se debilitaría; pero con Él, el corazón del creyente se mantiene encendido, firme en la esperanza. Así como los discípulos fueron transformados en hombres valientes y fieles después de recibir el Espíritu, nosotros también podemos vivir con poder, amor y dominio propio.

La esperanza del creyente

Esperar la venida del Señor no significa cruzarse de brazos, sino mantenerse fiel en servicio, oración y santidad. Cada día es una oportunidad para prepararnos, para vivir conforme a la voluntad de Dios y para recordar que nuestro hogar definitivo no está en esta tierra, sino en las moradas celestiales que Jesús está preparando.

Hermanos en Cristo, no desmayemos. Aunque el mundo se llene de pruebas, falsas doctrinas o confusión espiritual, debemos sostenernos en la verdad de esta promesa: Jesús volverá. Así como los discípulos lo vieron ascender, así mismo toda rodilla se doblará ante Su presencia gloriosa.

Aplicación práctica para nuestra vida

  • Fortalece tu fe: Lee la Palabra cada día, recordando las promesas que Jesús dejó.
  • Vive en obediencia: Permite que el Espíritu Santo guíe tus decisiones y acciones.
  • Comparte esperanza: Habla a otros del amor de Cristo y de Su pronto regreso.
  • No temas: El Señor no te ha dejado solo; Él está contigo en cada proceso.

Preguntas frecuentes sobre la promesa de Jesús

1. ¿Qué significa que Jesús nos dejó al Consolador?

Significa que el Espíritu Santo habita en cada creyente, brindándole guía, sabiduría y fortaleza espiritual mientras esperamos la segunda venida de Cristo.

2. ¿Cómo puedo sentir la presencia del Espíritu Santo?

A través de la oración constante, la lectura de la Biblia y la obediencia diaria, el creyente experimenta el consuelo y la dirección del Espíritu.

3. ¿Por qué debemos esperar con esperanza el regreso de Jesús?

Porque Su regreso marca el cumplimiento de todas las promesas divinas: el fin del dolor, la redención completa y la vida eterna junto al Señor.

4. ¿Qué puedo hacer mientras espero Su venida?

Vivir con fe activa, sirviendo al prójimo, permaneciendo firme en la Palabra y testificando del amor de Cristo con nuestras acciones.

Palabras finales

Jesús no nos ha dejado huérfanos. Aunque el mundo parezca desmoronarse, Su presencia sigue obrando en nosotros y Su regreso es seguro. Mantengamos encendida la llama de la fe, porque un día los cielos se abrirán y el Hijo del Hombre vendrá con poder y gran gloria. Hasta entonces, vivamos confiados, obedientes y llenos del Espíritu, sabiendo que pronto veremos al Maestro cara a cara.

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