Isaías, en el capítulo 40, versículo 29, nos enseña que Dios es quien aumenta la fuerza del cansado y da esperanza al que se siente desesperanzado. Él es quien brinda refugio y nos da motivos para confiar cada día en Él. En medio de la debilidad, el Señor se convierte en el sostén de Su pueblo. Él no se cansa ni se fatiga, y por eso puede renovar en nosotros lo que se ha agotado. Cuando la carga parece demasiado pesada, Dios extiende Su mano y nos levanta, recordándonos que no caminamos solos.
Como dice el título de este post: «¿Cansado? ¡Él te da fuerzas!». Sí, solo Dios hace que nuestras fuerzas y nuestra esperanza se mantengan vivas; por eso no debemos confiar en otras cosas, sino sujetarnos con confianza en el Señor. El cansancio físico o espiritual puede hacernos pensar que no podremos seguir, pero es precisamente en esos momentos cuando la presencia divina actúa de forma más evidente. La fortaleza que viene de Dios no depende de las circunstancias, sino de una fe firme y constante.
Este mensaje es muy esperanzador y, al contemplar lo que Isaías dice en este capítulo, encontramos un motivo poderoso para acercarnos más a Aquel que nos llamó y así recibir nuevas fuerzas. Cada día, el Señor nos ofrece una oportunidad de renovación. No importa cuántas veces hayamos tropezado o sentido que nuestras fuerzas se agotan; Su poder sigue disponible para todos los que se acercan a Él con un corazón sincero. En los momentos de mayor debilidad, es cuando más claramente se manifiesta Su fidelidad.
Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
Isaías 40:29
Nuestras vidas espirituales serán fortalecidas y purificadas si confiamos cada día y creemos que Dios será nuestro sustento. Cuando estemos cansados y sin fuerzas, Él nos tomará de la mano para que podamos avanzar. Es importante entender que el cansancio no es señal de derrota, sino una invitación a descansar en el Señor. Él promete renovar al que espera en Su palabra y da alas como las del águila para elevarnos sobre las dificultades. Cada vez que acudimos a Dios en oración, nuestra alma encuentra descanso y vigor.
Hoy en día nuestras luchas son muchas, pero esto no nos puede impedir creer en el Señor y en toda Su ayuda. Las responsabilidades, las preocupaciones y las pruebas pueden debilitarnos, pero debemos recordar que el Señor sigue siendo el mismo. Él no cambia, y Su fidelidad es eterna. Aunque no veamos que el Mar Rojo se abra, sí tendremos Su auxilio, y nuestras fuerzas, aunque estemos fatigados, serán renovadas. La gracia de Dios actúa de manera silenciosa pero efectiva, levantando al caído y animando al desanimado.
Cuando confiamos plenamente en el Señor, encontramos propósito incluso en el sufrimiento. Las pruebas nos enseñan a depender de Su poder y no del nuestro. Por eso, si sientes que no puedes más, recuerda que en la debilidad se perfecciona Su fuerza. El Espíritu Santo obra en nosotros para darnos aliento, paz y esperanza, y así podamos continuar el camino con gozo, sabiendo que no estamos solos.
Hermanos en Cristo Jesús, si has sentido que tu confianza ha menguado y te sientes sin fuerza y cansado, es bueno que creas que tus fuerzas serán renovadas y que Dios te ayudará. Él no abandona a los suyos, sino que los restaura día tras día. Permite que Su palabra te inspire, que Su amor te cubra y que Su poder te sostenga. Recuerda que cada amanecer es una muestra de Su misericordia, y que mientras confíes en Él, tendrás fuerzas para seguir adelante, porque el Señor es tu roca, tu fortaleza y tu refugio eterno.

