En muchas ocasiones, la vida del creyente atraviesa por momentos de dolor, tristeza y desánimo. No siempre resulta fácil mantener la fe firme cuando las circunstancias parecen contrarias o cuando los problemas se acumulan. Sin embargo, en esos tiempos difíciles, es cuando más debemos recordar quién es nuestro Dios y la fidelidad con la que Él nos ha sostenido desde el principio. Su amor y Su misericordia no fallan, y aun cuando pensemos que estamos solos, Él permanece a nuestro lado.
Como seres humanos que servimos a nuestro Dios cada día y nos enfrentamos a diversas situaciones que nos debilitan, no es extraño que en ocasiones nos sintamos decaídos y afligidos. Es por eso que, como hijos de Dios, debemos estar seguros de que Él nos ayudará.
¿Acaso estás afligido? Dios en ningún momento se ha olvidado de ti. Más bien, te ve desde los cielos y abre caminos para que puedas continuar y seguir esforzándote cada día. Dios guarda la entrada y la salida del justo, porque Su misericordia alcanza al hombre necesitado.
En el Salmo 9, verso 18, el salmista David nos habla de que el hombre menesteroso no es olvidado por Dios. En contraste, aquellos que son enemigos del Señor serán castigados, ya que atacan al justo, ese que espera en la justicia divina del Señor:
Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.
Salmos 9:18
La esperanza de los pobres está claramente puesta en las manos del Señor. Esto nos enseña el salmista a través de este capítulo. Muchos sufren por los ataques de los perversos, de aquellos que son enemigos de Dios y que piensan o dicen: «Dios no está mirando lo que hacemos». Pero no es así, porque Dios siempre viene en defensa de Sus hijos.
El Señor es justo, y Su mirada está puesta en cada uno de los que le temen. Aunque la aflicción toque nuestras puertas, debemos recordar que no es eterna, pues detrás de cada proceso hay una lección de fe y un propósito divino. El hombre que confía en el Señor encontrará consuelo en medio del dolor y fortaleza en medio de la debilidad. La Biblia nos enseña que el justo puede caer muchas veces, pero el Señor lo levanta y lo sostiene con Su poderosa mano.
Cada lágrima que derramas es vista por Dios. Cada clamor, por más pequeño que parezca, llega a Su trono. Él no ignora el sufrimiento de los que le buscan sinceramente. A veces, el silencio de Dios puede parecer olvido, pero en realidad es una oportunidad para que nuestra fe crezca y madure. El salmista experimentó esto una y otra vez, y comprendió que la esperanza del hombre humilde nunca es vana cuando está puesta en Dios.
Por eso, si hoy te sientes afligido o con el corazón abatido, no pierdas la esperanza. Tal vez no veas una salida inmediata, pero recuerda que tu historia no termina en el sufrimiento. Dios tiene el poder de transformar la tristeza en gozo, el desánimo en fuerza y el vacío en plenitud. Él no olvida ni a uno solo de Sus hijos, y su fidelidad se extiende de generación en generación.
¿Alguna vez te has sentido afligido? Es importante que, aunque sientas que Dios se ha olvidado de ti en medio de las pruebas, no desmayes, porque Él vendrá y te ayudará. Recuerda lo que dice el salmista en este capítulo: la esperanza de los pobres está firme, y ellos no serán olvidados. Dios te bendiga.
En conclusión, este pasaje nos recuerda que los planes de Dios son perfectos, y que Su amor es constante aun cuando no lo entendemos. El Señor sigue siendo el mismo Dios que levantó a David en medio de la angustia, y también es el mismo que puede levantarte hoy. Aférrate a Su palabra, confía en Su promesa y descansa en Su fidelidad, porque los que esperan en Él jamás serán avergonzados.

