Dicen conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan

En el capítulo 1, verso 16 de la carta a Tito, vemos la mención que el apóstol Pablo hace respecto a la misión que se le ha encomendado por medio de la palabra del Señor. Por eso, desde el inicio del capítulo, Pablo deja clara la misión y el deber que debía seguir Tito, un hombre firme en la fe del Señor.

En esta carta, podemos ver la recomendación del apóstol Pablo a Tito: instruir y seleccionar a obispos y ancianos que sean íntegros en la palabra del Señor, que lleven una vida limpia y se sometan a la misión de caminar bajo la dirección divina.

No podemos hacernos de la vista gorda ante estas situaciones que tanto preocupaban a Pablo. Por ello, le sugiere a Tito ciertos requisitos. Muchos decían conocer al Señor, pero con sus hechos lo negaban. ¿Acaso hoy en día no sucede lo mismo con algunas personas entre nosotros?

Seamos diferentes en nuestra conducta y acciones. Que nuestras vidas reflejen fidelidad al Señor, y que cada día podamos dar a conocer la gran misión que se nos ha encomendado.

El contexto de esta carta muestra la preocupación de Pablo por una iglesia que debía ser ejemplo de buenas obras. Tito, como líder, tenía el compromiso de corregir, enseñar y establecer orden entre los creyentes. El apóstol no solo le entrega un mandato, sino que le ofrece un modelo de cómo debe comportarse un verdadero siervo de Cristo. En aquel tiempo, las iglesias crecían en medio de grandes desafíos, y era necesario que los hombres que las dirigían fueran guiados por el Espíritu Santo y no por ambiciones personales.

Esta advertencia sigue siendo muy vigente. Vivimos en una época en la que muchos hablan de fe y de amor, pero sus acciones no reflejan lo que profesan. Se puede predicar con la boca, pero negar a Dios con las decisiones diarias. Por eso, cada creyente debe examinar su corazón y preguntarse: ¿estoy viviendo de acuerdo con la fe que proclamo? El verdadero cristianismo se demuestra en los hechos, no solo en las palabras.

Cuando Pablo dice que algunos son “reprobados en cuanto a toda buena obra”, nos recuerda que la fe sin obras es una fe muerta. No basta con conocer la Biblia o asistir a una iglesia; es necesario dejar que la palabra transforme el corazón y produzca frutos dignos de arrepentimiento. Las buenas obras no nos salvan, pero son el resultado visible de una vida que ha sido redimida por Cristo.

Asimismo, este pasaje nos invita a cultivar una vida de integridad. El creyente debe ser honesto, justo, compasivo y fiel, porque esos son los valores que distinguen al verdadero hijo de Dios. Nuestra manera de hablar, trabajar y relacionarnos debe reflejar la presencia del Señor en nosotros. Ser cristiano no es solo un título, sino una forma de vivir que manifiesta la gracia y la verdad de Cristo en todo momento.

Pidamos a Dios cada día que nos dé un corazón recto y obediente, que nos permita ser coherentes con la fe que profesamos. Que no haya contradicción entre lo que decimos y lo que hacemos, sino que, por el contrario, seamos un testimonio vivo del poder transformador del Evangelio. Solo así podremos influir en los demás y cumplir con la misión que, al igual que Tito, hemos recibido: reflejar a Cristo en todo lo que hacemos.

Que nuestras palabras y acciones estén alineadas con la verdad de Dios, para que no seamos hallados rebeldes o reprobados, sino fieles siervos que glorifican al Señor con su vida. Recordemos que no hay mayor mensaje que el de una vida que practica lo que predica.

¿Afligido? ¡Dios no se ha olvidado de ti!
¿Tu corazón desmaya? Clama a Él