Cuando me siente en tinieblas, el Señor será mi luz

Aunque el camino que recorramos esté rodeado de tinieblas, no temamos en ningún momento, pues el Señor será nuestra luz. Más bien, confiemos en Aquel que hace que nuestras vidas estén seguras. Como pecadores, Dios también nos da la oportunidad de arrepentirnos, así como lo hizo con Su pueblo.

El artículo anterior (El corazón engañoso y perverso) vimos la misericordia de Dios manifestada a Su pueblo, ya que este había pecado y confiado en los hombres en lugar de confiar en Aquel que podía ayudarlos en todo momento. Por eso, presentamos a nuestro Dios como el único que puede darnos descanso y encender una luz en medio de la oscuridad.

Esto es precisamente lo que nos dice el capítulo 7 del libro de Miqueas:

Cuando el profeta Miqueas pronunció estas palabras, el pueblo de Israel pasaba por un momento de juicio y aparente abandono. Sin embargo, en medio de esa oscuridad, había una esperanza viva: la presencia del Señor. Aunque el enemigo se alegraba por su caída, Dios no los había desechado, sino que estaba obrando en silencio para restaurarlos y levantarlos una vez más. Esta enseñanza también aplica a nuestras vidas, porque muchas veces atravesamos etapas difíciles donde parece que todo está perdido, pero el Señor sigue obrando a nuestro favor.

El mensaje de Miqueas 7:8 nos invita a tener una fe activa, a no quedarnos derribados, sino a levantarnos con la convicción de que Jehová es nuestra luz. Esa luz no solo disipa las tinieblas externas, sino también las internas: la duda, el miedo, la culpa y la desesperanza. Cada vez que permitimos que Dios ilumine nuestro corazón, recuperamos la dirección correcta y la fortaleza espiritual para seguir adelante.

En los momentos más oscuros de nuestra vida, Dios sigue siendo fiel. Puede que nos sintamos abatidos, rechazados o incluso olvidados, pero el Señor nunca abandona a los suyos. Él promete ser luz en el camino del justo y sostén en el día de la aflicción. Por eso, cuando atravieses una prueba, recuerda las palabras del profeta: “aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz”. Esa afirmación es una declaración de fe, de esperanza y de total dependencia del poder de Dios.

A veces, el propósito de Dios incluye que pasemos por el valle de la sombra o por tiempos de silencio espiritual, no para castigarnos, sino para enseñarnos a depender completamente de Él. El mismo pueblo de Israel aprendió, a través de su caída, que la confianza en los hombres solo trae frustración, mientras que la confianza en Dios trae restauración, paz y victoria. Cuando aprendemos esta lección, dejamos de buscar soluciones humanas y empezamos a esperar en el Señor con paciencia y fe.

Así como el sol aparece después de una noche oscura, la luz de Dios brilla nuevamente cuando nos arrepentimos y regresamos a Él. No hay oscuridad que Su presencia no pueda disipar, ni caída tan profunda de la cual no pueda levantarnos. Por eso, si hoy te sientes en tinieblas, clama al Señor y confía en que Él será tu guía y tu salvación. Él no solo iluminará tu camino, sino que también renovará tus fuerzas para seguir avanzando con gozo.

Finalmente, este pasaje nos recuerda que la esperanza en Dios nunca se pierde. Aunque el enemigo celebre tu caída, levántate, porque tu victoria viene de Dios. Él es quien enciende la luz en medio de la oscuridad y transforma las lágrimas en alegría. Como dice el salmista en otro pasaje: “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5). Esa es la promesa eterna para los que confían en el Señor, y una razón poderosa para seguir firmes en la fe, sin importar cuán oscuro parezca el camino.

Reprendiendo las obras de las tinieblas
El corazón engañoso y perverso